SEMANA #2: ADORACIÓN
DÍA 9: COMIENZA CON ALABANZA
18 de septiembre de 2019
Entras a una sala de concierto en una caverna rodeado de otros amantes de la música. Le muestras el boleto al ujier y te dirige a tu fila para encontrar tu asiento. El gran salón está lleno de electricidad del entusiasmo.
Tus ojos miden la distancia entre tu asiento a la tarima. Es mucho mas cerca de lo que esperabas. Algunos pocos músicos que están vistiendo trajes negros y otros con tuxedos ya están sentados. No en mucho tiempo, se les unen otros, y muy pronto una cacofonía de sonidos deleitosos llena el lugar, mientras cada músico se prepara para el programa.
Alguien entra desde los laterales con un violín en una mano y, parándose frente al grupo, toca una sola nota. Ese sonido es seguido por ondas de diferentes instrumentos tocando la misma nota.
Finalmente, el conductor entra y público aplaude. Él se inclina. Se vira. Levanta la vara. Y comienza la música.
Ya sea que sea tu primera experiencia, o la última de muchas, ir a un concierto de una orquesta sinfónica es una experiencia única. Puedes oír un concerto o una sonata, un étude o una suite, pero el programa consiste básicamente en cuatro movimientos, el primero toca un “allegro” que es notación musical que significa fuerte y vivaz.
En algunas maneras, adorar a Dios es como una sinfonía que comienza con alabanza. Enfocarse en los atributos de Dios que merece alabanza nos sirve para orientar nuestro corazón y nuestra mente como un compás que apunta al verdadero norte. Nos lleva al tono y la dirección para el resto de nuestras oraciones, nuestro día y nuestra vida. Como el primer movimiento de la sinfonía, alabar a Dios nos pavimenta el camino para cualquier tema y melodías que puedan seguir.
David, el músico, compositor, matador de gigante y rey, claramente conocía esto. Es un modelo de un corazón y una vida de adoración. El comenzó el salmo 8 con estas palabras: Oh Señor, Señor nuestro, ¡Tú majestuoso nombre llena la tierra!(Salmo 8:1, NTV). Comenzó el Salmo 18 así: “Te amo, Señor; tú eres mi fuerza” (Salmo 18:1, NTV), y el Salmo 19 así: “Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos (Salmo 19:1, NTV). El salmo 27 comienza con: “El Señor es mi luz y mi salvación” (Salmo 27:1, NTV) y el Salmo 46 comienza con: “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad” (Salmo 46:1, NTV). Hizo que “Grande es el Señor, cuán digno de alabanza” (Salmo 48:1a, NTV), fueran las primeras palabras del Salmo 48 y su gran obra maestra, su “magnum opus”, comienza con “El Señor es mi pastor” (Salmo 23:1, NTV).
La adoración comienza con alabanza, por la alabar la grandeza de Dios ordena el corazón y orienta el alma. Enfocarse primero en quien es Dios es alabarlo por su naturaleza y carácter afecta el corazón sincere en cuatro maneras cruciales.
Alabar a Dios nos pone en nuestro lugar – Literalmente. Exalta a Dios y nos humilla a nosotros, que es la actitud correcta de un corazón adorador.
Comenzar nuestra adoración con alabanza nos lleva a sobreponer nuestro egocentrismo. – Nos ayuda a vencer la tendencia de mirar nuestras necesidades, intereses e ideas como las mas urgentes y las más importantes. Nos recuerda que nada es mayor que Dios, inclusive ninguna de nuestras necesidades del momento.
La alabanza cambia nuestra perspectiva. Verdadera y sinceramente, alabar al todopoderoso, incomparable Dios tiende a aminorar nuestros dolores y problemas. Alabar a Dios nos lleva a agrandar nuestra visión y nuestros sueños. Nos ayuda a ver que no hay nada imposible para Dios.
La alabanza nos recuerda que Dios es Dios – y nosotros no lo somos. Nos puede eliminar nuestro deseo de controlar las cosas y no ayuda a someternos a cuidado de Dios y su control. Nos percatamos de la verdad del Salmo 100:3-5:
¡Reconozcan que el Señor es Dios! Él nos hizo, y le pertenecemos;
somos su pueblo, ovejas de su prado. Entren por sus puertas con acción
de gracias; vayan a sus atrios con alabanza.
Denle gracias y alaben su nombre. Pues el Señor es bueno.
Su amor inagotable permanece para siempre,
y su fidelidad continúa de generación en generación.