“Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamo – es decir, su pueblo santo - quienes son su rica y gloriosa herencia. (Efesios 1:18)
En el estudio del libro de Efesios me llamó mucho la atención este versículo, la oración por sabiduría espiritual del apóstol Pablo a la iglesia en Efesios. ¿A qué esperanza nos llama el Señor? ¿Qué respiro?
Recuerdo a mi abuela en mi niñez que solía decir “ay déjame tomar un respiro”, con su delantal y un paño de cocina en su mano. Se sentaba en su sillón y a veces me pedía que le llevara un vaso de agua. Esto lo hacía luego de haber realizado parte de sus tareas diarias, las cuales comenzaban a las 5:00 de la mañana, vistiendo su cama (extremadamente nítida sin ninguna arruga y bien sacudida), colando café, poniendo las habichuelas a hervir, entre tantas otras que yo observaba. No comprendía por qué decía “ay déjame coger un respiro”. Si ella respiraba, no necesitaba sentarse para respirar. Hasta que mi mamá me explicó que era un decir para tomar un descanso. El tema respiro, me revivió esos momentos tan hermosos de mi niñez. Pero a la misma vez me veo tomando un respiro de una manera un tanto distinta.
En este tiempo, Dios ha provocado en mí el sentarme luego del ir y venir diario para escuchar su voz. Este tipo de respiro es único, es íntimo y redarguye mi corazón. La oración del apóstol Pablo me habla de una esperanza. Una esperanza segura, real que nos ha regalado, pero esta oración dice que inunde el corazón para que podamos entenderla.
Para que nuestro corazón pueda entender, necesitamos detenernos ante nuestros afanes cotidianos, nuestras cargas, preocupaciones diarias y respirar junto a nuestro Señor Jesucristo; el que lleva nuestras preocupaciones (Mateo 6:26-32); el que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, (Mateo 28:20); el que te corona de favores, (Salmo 103:4); el que enjuga toda la lágrima, (2 Cor.7:6); el que te da un futuro lleno de esperanza (Jeremías 29:11); el que es nuestro Pastor nada nos faltará (Salmo 23). Al sentarme, he podido experimentar y dejar que Su luz inunde mi corazón. Busco un lugar parecido al sillón de mi abuela y ahí lloro con mi Señor Jesús. Hablo con Él, leo Su Palabra. Abro mi corazón; sabiendo que en este nuevo día Él está conmigo; respiro y camino teniendo una esperanza segura y verdadera (Romanos.5:2-5). “ Gracias Dios por un día más”. Respira, Camina…
Angie Muñiz