En tiempos de corrupción, de pecado institucional es importante que veamos el perdón como un asunto colectivo. Hemos pecado en lo colectivo, como sociedad, y también hemos pecado en lo individual. Nehemías nos sirve como ejemplo de humillación, confesión e intercesión por nuestras faltas y pecados colectivos.
Debemos hacer pausas para reflexionar y pasar por el proceso de duelo. A veces somos tentados a reaccionar impulsivamente y respondemos para resolver una situación, pero no necesariamente trabajamos con nuestro sentir o la raíz del problema.
Cuando pedimos perdón como comunidad y como pueblo, reconociendo ante Dios nuestros pecados, esforzamos nuestras manos para bien. Podemos reconstruir lo que fue dañado y derribado. No volveremos a los estilos pasados y al pecado, sino que nos moveremos en amor, actuaremos en amor y trabajaremos juntos, en unidad, considerando el bienestar de los demás, el bien común, y no solamente el bien propio.
Escucha nuestro podcast o mira nuestros videos en donde Raquel González y José Longo dialogan acerca de esta serie de lecciones de El Discípulo, edición especial de Salud Integral.
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