Por el pastor Eliezer Ronda
En estos días, Puerto Rico celebra las elecciones generales, un ejercicio democrático en el que el pueblo expresa su voluntad para determinar quiénes ocuparán los cargos públicos encargados de la administración y legislación de nuestro país. Como es natural en estos procesos, los candidatos presentan una diversidad de plataformas, cada una tratando de proponer lo que, según su visión, es la mejor oferta para atender los asuntos de la Isla.
Nosotros, como iglesia, somos parte integral de esta sociedad; compartimos tanto el dolor como la esperanza del pueblo. Desde ahí, se nos llama a ser sensatos en la manera en que respondemos a este proceso electoral y a los resultados que de él se obtengan. Como pastor, nunca he promovido la candidatura de algún candidato o partido, ni tampoco lo haré en esta ocasión. Nuestra voz debe ser libre y auténtica. A su vez, les recuerdo que la voz profética del evangelio tiene una doble misión: anunciar la esperanza del reino de Dios y denunciar la injusticia de los reinos de este mundo. En los evangelios, vemos claramente cómo el mensaje de Jesús advertía contra la opresión del imperio sobre el pueblo vulnerable y promovía la esperanza de un mundo mejor, pues el reino de Dios ya está entre nosotros.
David J. Bosch, teólogo y misionero, decía que la misión de la iglesia es el “sí” de Dios al mundo cuando este se posiciona en contra de la injusticia, la opresión, la pobreza, la discriminación y la violencia. Nos encontramos en un tiempo donde la brecha entre ricos y pobres crece cada vez más, donde tanto la derecha como la izquierda han contribuido a un ambiente de violencia y opresión. La iglesia en misión no puede cerrar los ojos ante esta realidad. Como nos recuerda Bosch, el mensaje de la iglesia tiene implicaciones políticas, pero no puede ni debe identificarse completamente con ningún movimiento político, pues corre el riesgo de convertirse en una “religión de la sociedad.” Cuando eso ocurre, es el “no” de Dios, pues nos tornamos en sal insípida que no da sabor a Cristo.
Es en esta tensión que se mueve nuestra voz profética: entre el anuncio de la esperanza y la advertencia para aquellos que oprimen. Como Discípulos de Cristo, afirmamos que en lo esencial buscamos unidad, en lo no esencial, libertad y, en todo, amor. En una sociedad plural, somos llamados a ser proponentes del reino de Dios, sabiendo que la fe no necesita ser legislada para que nuestra voz y nuestras acciones tengan impacto. Al mismo tiempo, tampoco podemos ignorar que, en ocasiones, algunos caminos emprendidos en nombre de la fe han hecho daño, en lugar de reflejar el reino de Dios. Como dice el proverbio: “Hay caminos que parecen derechos, pero al final de ellos está la muerte” (Proverbios 14:12, DHH).
Además, Dios mismo nos recuerda en Isaías: “Porque mis pensamientos no son los de ustedes ni sus caminos son los míos,” afirma el Señor. “Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes” (Isaías 55:8-9, NVI). Las plataformas políticas intentan trazar rutas que consideran mejores, pero sabemos que muchas veces apelan a nuestras emociones para influir en nuestro juicio. Hoy, la cuestión no es si somos comunistas, socialistas o capitalistas, sino si tenemos un corazón sensible y determinado a sacar adelante a nuestra tierra. Puerto Rico es un lugar hermoso, y su mayor recurso es su gente. Nosotros somos los llamados a ser mayordomos de nuestra hermosa Isla.
Como iglesia, nuestra misión es indelegable y no depende de quién esté en el poder, porque afirmamos que el reino de Dios “no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17, NVI). Como nos recuerda Miqueas 6:8, Dios nos pide hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con Él. En nuestra misión como iglesia, esta actitud es fundamental para ser verdaderos portadores de Su luz y Su paz.
Antes de emitir su voto, les invito a reflexionar sobre las siguientes preguntas para asegurarse de que su decisión esté alineada con nuestros valores y el bienestar del país:
¿Los valores y principios de este candidato o partido son compatibles con mis convicciones y valores fundamentales?
¿Qué propuestas ofrece este candidato o partido para mejorar la vida de los más vulnerables en nuestra sociedad?
¿Sus políticas promueven la equidad y el bienestar de aquellos en necesidad, como los pobres, los ancianos y otros grupos marginados?
¿Este candidato o partido promueve la paz, la reconciliación y la justicia?
¿Su discurso fomenta la unidad en lugar de la división y el conflicto?
¿Qué impacto tendrán las políticas de este candidato o partido en la educación, la salud, el empleo y el medio ambiente?
¿Este candidato o partido respeta la dignidad humana y los derechos de todas las personas?
¿Las promesas y los planes de este candidato son realistas y sostenibles?
¿Qué dice la trayectoria y el carácter de este candidato sobre su capacidad para liderar?
¿Estoy dejando que la emoción o la presión de otros influyan en mi decisión más de lo que debería?
¿Este candidato o partido fomenta un discurso que construye unidad en lugar de división?
¿Estoy dispuesto a aceptar los resultados y a mantener mi compromiso de contribuir al bien común sin importar quién gane?
Les exhorto, entonces, a ejercer su voto. Hagan uso de su conciencia, voten con valentía, y recuerden que nuestra misión como iglesia no termina en la urna. Voten como quien ama a su país. Y luego de los resultados, sin importar si el candidato que usted favoreció es electo o no, recordemos nuestro llamado a ser forjadores de esperanza. Que nuestra sociedad vea a la iglesia como un reflejo del reino de Dios: que seamos capaces de amar y sanar, de levantar y restaurar, de servir y de promover un evangelio que transforme a Puerto Rico.
Como decía el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer, “La Iglesia sólo es Iglesia cuando existe para los demás.” Que podamos tomar este compromiso como una responsabilidad constante, en la certeza de que la justicia y la paz del reino de Dios están en nuestro vivir y servir cada día.
Con amor, respeto y cariño,
Rev. Eliezer Ronda Pagán
Pastor