Recuerdo que en mis tiempos de adolescencia existía un pequeño juego o broma entre los chicos. Íbamos por las espaldas de algún compañero y con nuestro pie o rodilla dábamos un pequeño empujón por la parte de atrás de la rodilla del compañero para que la firmeza de este se aflojara. Si aflojaba, se decía: “No sirves para soldado”, como dando a entender que por su falta de firmeza ante el “ataque” no lo hacia apto para la armada. Muchas veces medimos de distintas formas la firmeza de otros o la nuestra por aquello a lo que se enfrenta de forma física, moral o mentalmente. Como seguidores de Cristo, no estamos exentos, pero tenemos dos herramientas poderosas que nos ayudaran a mantenernos firmes en el camino: palabra y oración.
Toda persona que comienza en un trabajo, cualquiera que sea, lleva un proceso de entrenamiento. Esto le dará las herramientas para poder ejercer su trabajo y responder a los retos que se le presenten. De igual forma, la palabra y la oración nos ayudarán en este proceso de entrenamiento. Pablo, en Efesios 6:17b, compara la palabra con la espada de un soldado. Y es que la palabra es la que nos ayudará a poder vencer ante los retos, desafíos y ataques que se nos presenten en nuestro caminar. Es como el machete que abre paso ante el inmenso pastizal que nos quiere detener el avance hacia una hermosa vista panorámica. Esa palabra es la enseñanza que fue dada a los apóstoles y que ellos fueron pasando a los demás. Pablo nos exhorta a aferrarnos a estas enseñanzas para poder estar firmes ante los distintos retos que enfrentamos como seguidores de Cristo, y requiere que la tengamos siempre. También nos exhorta a orar en todo tiempo. A presentarnos con deseo y anhelo ante Dios en oración, cada vez que exista la ocasión. En cada oportunidad que se presente, ora, por ti y por los demás para mantenernos firmes.
Me gusta ver estas dos herramientas así: en la palabra encuentro mi refugio ante las adversidades y el cómo vencer las mismas; en la oración consigo el reposo y las fuerzas en Él. Aferrados a su palabra y consolados en su presencia mientras oramos podremos mantenernos firmes como soldados. Ven, seamos transformados por Él, en Él y para Él.
Félix R. Montañez Collazo.