“18 Zacarías le dijo al ángel: —¿Cómo puedo estar seguro de que ocurrirá esto? Ya soy muy anciano, y mi esposa también es de edad avanzada. Entonces el ángel dijo: —¡Yo soy Gabriel! Estoy en la presencia misma de Dios. ¡Fue él quien me envió a darte esta buena noticia! (20) Pero ahora, como no creíste lo que te dije, te quedarás mudo, sin poder hablar hasta que nazca el niño (Lucas 1: 18-25).
¿Cuántas ocasiones en la vida nos hemos puesto a dudar de la voluntad de Dios o no hemos creído que lo que Él prometió, se cumplirá? Con humildad y vergüenza puedo decir que algunas veces he dudado de la voluntad de Dios en mi vida. Leyendo este pasaje de Lucas 1:18-25, vemos cómo un ángel se le acerca a Zacarías y le da buenas nuevas para su vida. Unas noticias que traerían gozo a su vida y serían de bendición. Pero notamos en Zacarías la incredulidad y falta de fe, por su avanzada edad y la de su esposa entre otro posibles temores y preguntas. Vemos cómo su respuesta ante semejante noticia fue incredulidad y cuestionamiento.
Cuando me pongo a analizar las veces que he dudado de la Palabra de Dios, cuestionado sus planes y voluntad, viene a mi mente y corazón el poder pedir perdón por no creer lo suficiente y tener más fe. Viene a mi mente rápidamente el darle gracias por sus promesas y por tenerme en sus planes. Le pido que me dé paciencia para esperar y reconocer su voluntad.
Aún mientras leía estos versículos bíblicos me ponía a pensar en una hermosa promesa que Dios tiene para mi vida la cual aún no he visto cumplir. Han pasado años desde que Dios conoce el anhelo de mi corazón ante esta petición. Al ver el tiempo pasar sin respuesta, reconozco que Dios está en control. Reconozco que Dios tiene un plan perfecto para mi vida y reconozco que mi tiempo no es el de Dios. El poder llegar a sentir esta paz en la espera, se consigue a través de una relación íntima con Dios, en oración.
En el día de hoy, en estas navidades y tiempo de Adviento, quiero recordarte que Dios nunca falla, que sus promesas son reales siempre. Que esas promesas y regalos de ÉL están disponibles para todos, siempre y cuando estemos dispuestos a creerle a Él, sin importar el panorama que vemos y escuchar su voz.
Oración: Dios y padre amado, te damos gracias por tus promesas y te pedimos con un corazón humillado, que nos perdones cuando te hemos fallado, queremos poder confiar en tus planes y reconocer tu tiempo. Amen.
Mayrel González