13 »En esa visión nocturna, vi que alguien con aspecto humano[a] venía entre las nubes del cielo. Se acercó al venerable Anciano y fue llevado a su presencia, 14 y se le dio autoridad, poder y majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron! ¡Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás será destruido! (Daniel 7: 13-14).
Dios, en su infinita misericordia y gracia, le reveló a Daniel que nos enviaría a Su Hijo. Le dio dominio, gloria y reino. Su dominio sería eterno. ¡Qué hermoso y sobrenatural regalo de nuestro Dios!
Jesús nos es nacido con su gran Poder Amoroso. El Hijo de Dios vino a redimirnos de la esclavitud del pecado, para darnos luz y dirigir nuestros pasos por el camino de la paz. Su nacimiento nos hizo hijos de Dios a todos los que lo recibimos. Gracias a Jesús tenemos acceso continuo al trono de la gracia y a la presencia de Dios para relacionarnos con ÉL directamente.
¡Qué poder amoroso el de nuestro Señor Jesús!
Su muerte redentora en la cruz, que de mencionarla y meditar en ella me provoca llanto; y el Espíritu Santo, que nos prometió que vendría, son evidencia clara de su poderoso amor, tan grande y sobrenatural que me redarguye.
El gran poder amoroso de Jesús es el mayor REGALO que he recibido en mi vida.
Así dice el Salmo 63: versos 2-4
“Quiero verte en Tu santuario y contemplar Tu poder y tu gloria pues Tu amor vale más que la vida! Con mis labios te alabare. Toda mi vida te bendeciré, y a ti levantare mis manos en oración.”
¡Amemos al Señor Jesús! Vivamos la Navidad!
Anita Ronda