“57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. 58 Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella. 59 Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; 60 pero respondiendo su madre, dijo: No; se llamará Juan. 61 Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre. 62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. 63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron. 64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo a Dios. 65 Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas. 66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él (Lucas 1: 57-66).
Una de las formas más grandes del amor es el de la madre. Siempre pienso que es lo más semejante al amor de Dios. Esa clase de amor es como el que describe la Palabra: todo lo espera, todo lo cree, todo lo soporta, no hace lo malo y está dispuesto a dar TODO, sin esperar nada a cambio. Solo desea la felicidad del hijo amado. Ese amor no había podido ser experimentado por Elisabet, ya que era estéril. Sin embargo, ese amor de Dios le concedió tener a su hijo Juan. Cuando esta noticia le fue dada a su esposo Zacarías por el ángel Gabriel, este dudó. Porque ya él y su esposa eran muy viejos y no habían podido concebir. Pero, como ya sabemos los que hemos pasado por una situación similar, para Dios no hay imposible. Por nuestra naturaleza humana dudamos, como dudó Zacarías. El ángel, no solo le anunció que su esposa tendría un hijo, sino que ese hijo llegaría antes que el Mesías y sería poderoso. Su mensaje haría que las personas se transformaran de sus malos caminos. Que tuvieran reconciliaciones y que hubiera arrepentimiento en los corazones de las personas. Iba a ser el encargado de preparar el pueblo para la llegada del Mesías. ¡Qué tremendo anuncio! No solo serían padres después de tanta espera, sino que su hijo iba a ser parte del acontecimiento que cambió la historia..., la llegada del Mesías esperado.
En el proceso hubo dudas. Zacarías dudó de lo que el ángel le anunció, pues ya él y su esposa eran viejos. Por eso, el ángel le dijo que no podría hablar hasta que naciera su hijo.
A pesar de sus dudas, Dios cumplió su Palabra con ellos y nació Juan El Bautista. Todos se alegraron del acontecimiento y Dios le devolvió el habla a Zacarías. El pueblo quedó a la expectativa de lo que sería el niño nacido, porque todos sabían que Dios estaba con él. Dios siempre cumple con sus hijos porque nos ama. Aún en las dificultades y cuando dudamos, está presente. Yo tuve que vivir la espera de tener hijos. Aparentemente había problemas, que imposibilitarían que mi esposo y yo pudiéramos tener hijos. Se lo pedimos a Dios con tanta fe y con la esperanza de que Él podía hacerlo. Así como a Zacarías y Elisabet, nos sorprendió cuando no lo esperábamos. Oyó nuestra oración y nos regaló no solo nuestro primer hijo, Ángel Daniel, sino que también nos bendijo con el segundo, Gabriel David. Igual que Zacarías, hubo momentos de duda en el proceso. Pero Dios en su inmenso amor, cumplió lo que nos había prometido, a pesar de nuestras dudas en los momentos de malos pronósticos de los médicos. Así mismo, en tu vida puede haber situaciones que te hacen dudar del plan perfecto que Dios tiene para ti y lo que te ha prometido. Pero hoy te exhorto a que, sin importar lo que veas, siempre recuerdes y confíes en que Él te ama y en Su amor cumplirá lo que te ha prometido. Recordar otras ocasiones en las cuales Dios ha sido fiel y ha cumplido sus promesas, te ayudará a aumentar tu fe en la espera y creer que así mismo lo hará otra vez. No lo dudes, Su amor siempre cumple. Que ese amor infinito te alumbre y te haga resplandecer en esta época de adviento.
Carmen Iris Ortiz Rodríguez