El testimonio de Pablo relata algunas de las dificultades que enfrentó (2 Cor. 11: 22-28). Fue encarcelado, golpeado, amenazado, apedreado, naufragó, robado y perseguido durante todo su ministerio. Además de todo esto, tenía un "aguijón" persistente e implacable oprimiendo su cuerpo (2 Cor. 12: 7-8).
Pensarías que Dios mantendría a sus mejores siervos en perfectas condiciones y con una salud óptima. Sin embargo, aquí vemos que aunque Pablo oró pidiendo alivio, la respuesta de Dios no fue la que esperaba. En lugar de recibir una cura grandiosa y radical, a Pablo se le dio una respuesta más profunda: “Bástate mi gracia” (2 Cor. 12: 9).
A través de esa dificultad, Dios le enseñó a Pablo una lección vital: no importa cuán débiles pensemos que somos, o cuán oprimidos o pisoteados. En las manos de Dios, nuestra debilidad deja espacio para su fuerza. Y es a través de Su poder, y solo Su poder, que podemos hacer cosas asombrosas.
Quizás luchas con tu propia "espina". Si es así, en lugar de orar por una solución rápida, pregúntele a Dios qué quiere lograr a través de su debilidad. Su fragilidad humana puede ser el recipiente a través del cual Dios puede mostrar su poder ilimitado al mundo.
Orar
Soy elegido por Dios y elijo Su gracia. Aunque la debilidad me descalifica de muchas cosas en este mundo, sé que Dios puede usarme a pesar de mis debilidades. Voy a apoyarme en Su gracia y permitiré que mi vida le traiga gloria. Voy a confiar en que Él sabe lo que es mejor para mí y me brindará la fuerza que necesito para hoy.