Cuando estamos agotados, cuando estamos más allá, cuando estamos cuestionando a Dios, ¿qué es lo único que Él quiere que hagamos? El rey David nos da la respuesta a esa pregunta cuando dice: "Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor; por la mañana, te presento mis ruegos y quedo a la espera de tu respuesta (Salmos 5: 3, NVI)".
Dios nos encuentra al nivel de nuestras expectativas.
¿Cuánto esperamos que Dios haga en nuestras vidas, en nuestras relaciones, en nuestras escuelas, en nuestra comunidad y en el mundo? Si somos honestos, debemos admitir que nuestro nivel de expectativas nunca ha estado a la altura del nivel de desempeño de Dios.
Nuestra espera debe ser expectante porque estamos esperando en el Dios que tiene los océanos en sus manos y mide las arenas de la tierra como un chef mide el azúcar, la sal y la harina. Este es el Dios que pesa montañas y extiende los cielos como una cortina. ¡Este es el mismo Dios que cuenta las estrellas!
Esperar en el Señor es difícil, pero no es una actividad pasiva. Es un acto de fe que se mide por nuestras expectativas.
Orar
Soy elegido por Dios y elijo orar con expectativa. Continuaré cultivando expectativa dentro de mí y en todo mi alrededor, con respecto a los avances y victorias que el Señor ha prometido. Creo que Dios puede hacer muchísimo más de lo que puedo pedir o incluso imaginar.