Ignacio Sánchez [Historias de la Cruz]

En el año 2019 acontecieron hechos muy importantes y también muy impactantes en mi vida. Asistí a la Iglesia Discípulos de Cristo Metropolitana donde tantas veces mi querido hermano Rev. Héctor M. Rivera y mi esposa Adly me habían invitado en varias ocasiones, sin que en unas hubiese podido y en otras no me decidía. No obstante, un buen día acudí con mi esposa. Necesitaba la oración por la pena que me embargaba por la pérdida de mi padre, que era mi mejor amigo; y estaba triste, por la salud de mi amada madre que había tenido un derrame. Me sentía muy aturdido por la suma de todo. Al entrar, recibí el abrazo de mi hermano y pastor Eliezer Ronda. En ese momento me dijo: “Bienvenido a tu casa, tranquilo que aquí vas a estar bien”. Casi de inmediato sentí paz y serenidad, como si me hubieran quitado un saco de piedras de mi espalda. Acto seguido, vi a Lydia a quien conocí anteriormente brindándole mi ayuda en mis labores como servidor público y a quien le tengo un gran cariño desde que la conocí. También conocí a mi querida Nilda y a mi distinguido hermano Luis Guillermo que, sin conocerme, siempre me enviaba saludos con mi media naranja, Adly. Ese día pasé al frente, oraron por mí y allí acepté a Jesucristo. Es un paso muy importante habiendo sido católico activo toda mi vida antes de ese momento.

Poco después, me bauticé con Eliezer y Christopher recitando mi versículo favorito. Más adelante me casé con el amor de mi vida después de años de hermosa relación. Es y será para mí el más maravilloso privilegio tener una familia extendida tan hermosa en la que siempre llamo “nuestra iglesia de amor” porque así me acogieron. Tiempo más tarde, tuve un infarto que me puso en peligro de muerte; fui al hospital con mi esposa por un dolor de espaldas cuando la doctora sorprendida me dijo: “Tú te tienes que quedar aquí porque estás infartando”. Con sonrisa nerviosa llena de temor miré hacia arriba y dije: “Dios mío, ¿me vas a llevar?” Mira que mi madre me necesita, mi esposa me necesita, ahora que nos uniste recientemente. Mi hijo me necesita Señor. Admito que tuve gran temor como nunca, pero afirmaba que Dios siempre tiene el control.

Me admitieron en el hospital. En un día me llevaron dos veces al quirófano, una para cateterismo y la segunda para ponerme un marcapasos al descubrirse la causa en la primera intervención. Quedaba pendiente una tercera que se efectuó en otra fecha. Justo antes de la cirugía del marcapasos le dije a mi esposa: “Tengo miedo de dejarte mi amor”. En eso, llegó el pastor Eliezer. Oró por nosotros y me abrazó diciéndome: “Tranquilo que Dios tiene el control, nos vemos en la iglesia”. Esas palabras me calmaron de aquel temor enorme que tenía de dejar mis seres amados así tan de repente si había más complicaciones. Me vinieron a buscar al cuarto y mi esposa me soltó la mano y me besó diciéndome: “Bebé, Cristo tiene el control”.

Ya en aquel quirófano súper frío comencé a temblar por la temperatura, pero más por el miedo por lo que antes de anestesiarme le dije al Señor: “Papá que sea tu voluntad siempre, pero si está de ti Padre, déjame salir bien de aquí; por favor hazme saber que estás conmigo mi Señor”. En mi oído sentí un susurro extraño que me dijo con firmeza, pero con dulzura: “Estoy aquí contigo, yo tengo el control no temas”. Acto seguido sentí un calor en el cuerpo que me calmó, dejé de temblar y me fui inconsciente orando y dando gracias. Cuando desperté, (no sé cuánto tiempo después), vi los hermosos ojos de mi amada. Un rato más tarde recibimos las llamadas de nuestro querido pastor Ronda, también del pastor Jaime Camareno, que es mi amado amigo y hermano hace tiempo. De seres amados, de mis titís Lydia y Nilda que se presentaron a orar con nosotros en el hospital, de Leo, de Roberto, de Luisgui… en fin, de mi familia Metropolitana bella y amorosa.

Hoy día sigo dando gracias por todo lo que el Señor por gracia me ha dado. Entre muchas cosas me ha permitido ser voz de consuelo y fortaleza de personas abatidas por la pérdida como la sufrí yo también. He sido transmisor de otros, incluso en mi entorno laboral, de mi experiencia con Cristo. De personas que se han encontrado desubicados o confusos aun habiendo tenido la enseñanza en sus hogares sobre la Buena Nueva de Cristo. Hoy, algunos perseveran en las Iglesias Discípulos de Cristo en sus pueblos y otros asisten a otras congregaciones donde reciben el pan de la Palabra. Aprendí a alabar y agradecer en la prueba sin importar lo dura o difícil. Aprendí que cuando se ama sin duda alguna al Señor, en los momentos duros, su voluntad siempre será y su rescate siempre vendrá. Aprendí a compartir la serenidad, la paz y el sosiego que encontré en su Palabra y cómo Él ha obrado en mí reconociendo que esa transformación tiene que continuar.

Soy Ignacio Sánchez, Discípulo de Cristo con ADN Metropolitano aprendiendo y amando todos los días que me da el Señor… comparto con ustedes ésta mi Historia de la Cruz.

De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí que todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17).