Desde que acepté a Jesucristo como mi Salvador y Señor, todos los años, en mi cumpleaños, oro al Señor para que me bendiga con un regalo especial que Él sabe me hace falta.
Hace como 20 años, en un retiro de la Agrupación, Dios derramó su regalo de cumpleaños sobre mí. Sentí Su presencia de manera poderosa. Me decía que derramaba a mi vida lo que necesitaba. En mi mente finita pensaba que era el don de hablar lenguas y Él me decía... - No son lenguas mi sierva. -Tú sabes que me hace falta Señor-, le dije. Como 5 años después doné de mi sangre a una hermana de la iglesia y no pudieron utilizar la misma. Me enviaron una notificación a la cual no le di importancia. Como 7 años después, fui al banco de sangre para saber el porqué del rechazo de mi sangre. Me sorprendí al enterarme que no se utilizaba porque revelaba que yo había estado en contacto con el virus de la hepatitis. Hice memoria y recordé varias cosas.
En una visita a un hogar de una estudiante, cuando entré al balcón de madera, se me fue el pie por un hueco con sangre seca y me hice un rasguño en la pierna ocasionándome luego una celulitis. Tiempo después, comencé a padecer de fiebres por las noches. Luego vino la experiencia con el Señor el día de mi cumpleaños. Entonces fueron abiertos mis ojos y supe que el regalo que Dios dio a mi vida fue sanidad para mi cuerpo. No sabía que me había contagiado con aquella sangre cuyo dueño era un usuario de drogas. Una vez al año le pido a mi doctor que me haga todos los análisis relacionados con mi hígado y todo sale bien para la gloria del Señor, Aleluya. Dios es real y cuida de los suyos. Eternamente agradecida de ti Señor.