El regalo de la esperanza

¿Con qué color relaciones la esperanza? Para serles franca, nunca he visto la Esperanza de color verde. Sí, sé que existe el famoso insecto, el cual realmente no me provoca mucha esperanza, especialmente si me lo encuentro en un pasillo angosto, sin muchas alternativas para huir. De hecho, recuerdo una vez que, en la escuela elemental, una prima distante de la susodicha se posó sobre mi cabecera y me dejó una sorpresita no muy agradable luego de que me despeiné todo el pelo tratando de sacarla. Regresando a la pregunta inicial, ¿qué color, basado en tus experiencias, memorias, relacionarías con la Esperanza?

Si fuéramos a ponerle algún color a nuestras memorias de aquellos días luego del paso del Huracán María, mojaríamos nuestro pincel en tonalidades oscuras, grises, jugando con contrastes entre los marrones, azules profundos, y diminutos destellos de luz. En el arte, existe una técnica de pintura llamada “chiaroscuro” en italiano o “claroscuro”. La misma consiste en el uso de contrastes fuertes entre la iluminación y la oscuridad, destacando, de manera más efectiva, algún elemento en la pieza. Es, pues, la esperanza aquel destello que irrumpe en la oscuridad de nuestra realidad, invitándonos a clavar nuestros ojos en cosas, personas que nos rodean, promesas, sueños, que nunca pensamos ver. En el primer capítulo de Lucas podemos leer sobre Zacarías, sacerdote a quien le llegó el turno de quemar incienso en el templo. Este hombre fue sorprendido, no solo por el chispear del fuego, sino por la esperanza que le trajo saber que, aun siendo viejos, su esposa y él se convertirían en padres de un gran siervo de Dios: Juan el Bautista.

La luz de la esperanza que nos brinda nuestro Mesías, Jesús, nos enseña que aún hay una salida, aún hay vida, todavía nos quedan cosas por hacer, personas que abrazar, palabras de motivación, de amor y esperanza que pronunciar. Independientemente del color que hayas pensado, que el resplandor de la Esperanza que Dios nos ofrece, nos impulse a invitar a otros a disfrutar del mismo don.

Bendiciones,

Raquel González