En esta semana son muchos los que tomamos el tiempo para reflexionar y agradecer. Por lo general, hacemos un inventario de lo que tenemos y cómo respuesta directa verbalizamos nuestra gratitud por lo que poseemos. Por otro lado, están quienes consideran lo que no tienen como base de la gratitud desde el sentido de estar mejor por no obtener lo que no les hace falta. De ahí que sin querer, concluimos que la gratitud es asunto de posesión. Es comprensible que en una sociedad que valoramos las personas a base del capital y no de lo que son, ignoremos lo que es la gratitud. Es más importante repensar que de tener gratitud en la expresión, es medular revisar la actitud con la que hacemos las cosas.
En una ocasión, Jesús se encontró con una comunidad de leprosos que ante su condición de salud, no podían convivir con el resto de la población puesto que ponían en riesgo la salud de los demás. Eran un problema de salud pública. Ante la falta de cura, eran lanzados al destierro y rechazo de las personas, por lo cual no había lugar par ellos. Ser leproso sencillamente era el inicio de una muerte lenta y alejada de quienes eran sus allegados mas cercanos. Eran personas, que su comunidad había sido relocalizada en entre otros abandonados y olvidados.
Una lectura del texto, nos destaca que Jesús les ordena ir al sacerdote, lo que implicaba su sanidad y por ende, su reincorporación a la vida en comunidad. Sin embargo, solo regresó para agradecer y ese era de samaritano. Al acercarnos al texto bíblico con detenimiento, nos percatamos que la gratitud no es definida como algo que poseemos, sino cómo fundamento de lo que hacemos en vivir comunidad. La palabra griega para gratitud es “eucaristeo”. De ahí que la iglesia observa que en el acto de la comunión o la cena, se dice eucaristía. Me parece, que en la reflexión de lo que somos como iglesia, la gratitud es precisamente la forma en cómo logramos hacer comunidad y tener sanas relaciones con quienes están cerca y de igual manera con quienes no están cerca.
En estos días nos sentamos a la mesa para “agradecer” con despliegues exorbitantes de comida y festejo. Otros, irán a madrugar a comercios que con precios rebajados por pescar el oportunismo de la mercancía de la posesión, echan a perder la esencia de lo que es la gratitud. Allí entre empujones, gritos, carreras y trucos por obtener más, caemos en la falsa gratitud por ostentar. Olvidamos, que en la cena de Jesús, la gratitud al compartir el pan y la copa, era la oportunidad de un nuevo pacto. Es la convocatoria de perdonar, sanar y restaurar quienes nos pudieran traicionar.
Ser agradecidos en el testimonio de Jesús y la escritura, nunca fue basado en lo que pudiéramos tener. Jamás tuvo que ver con gulas religiosas. La gratitud es comunión. Es saber perdonar y restaurar. Como es de entender, eso es mas complejo y difícil de lograr. Después de todo, vivir agradecido no puede ser valorado en monedas, sino en la mirada genuina que puede afirmar que somos parte del cuerpo y con eso anunciamos que otros pueden tener comunión con Dios para vivir la esperanza de vida en Jesús.