En una ocasión echamos a lavar una de mis camisas favoritas con un montón de ropa de colores distintos. Al secarla y ponerla en el gancho, me di cuenta de que ya no era solo verde claro, sino que tenía manchas rositas por todos los lados. Pasó de ser mi camisa favorita a mi camisa manchada.
No tuvimos en cuenta que esta camisa no debía de lavarse con otros colores que fueran muy oscuros, como un traje “fushia” y todo lo demás que pusimos en la lavadora. El verde era tan clarito que debimos lavarla con la ropa blanca y no usar blanqueador. No pude volver a usar la camisa, porque no encontramos nada que pudiera devolverle su color original.
Pensaba que en muchas ocasiones en nuestra vida espiritual pueden suceder cosas similares a estas. A veces entramos en lugares, relaciones, o pensamientos cíclicos en donde nos mezclaremos con colores que pueden dañar nuestras vestiduras. A veces podemos pensar que nos está haciendo bien sin darnos cuenta que nuestra vestimenta ha sido trastocada.
Los creyentes en Cristo sabemos que nuestras vidas pueden ser completamente lavadas en con el agua de su Palabra. Sin embargo, en muchas ocasiones podemos equivocarnos e intentar lavarnos con cosas que en realidad nos manchan.
Mi camisa no tuvo remedio. Pero aquellos que creemos en Jesús, no importando en qué estado estén nuestras vestiduras en este momento, tenemos la esperanza de no seguir manchados si nos arrepentimos. Porque no hay nada tan sucio o manchado que Jesús no haga digno. Su misericordia y gracia nos limpian.
"Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve".
(Salmo 51:7)
Dios les bendiga,
Christopher Villafañe Villalobos