¡Qué suene el timbre ya!

Era de esos chicos que cuando se acercaba el momento del recreo y el tiempo del almuerzo en la escuela, me ponía ansioso esperando que sonara el timbre. Mientras la maestra hablaba en el salón de clases, los minutos se me hacían largos y eternos. Salir al patio de la escuela era un momento de disfrutar, de jugar, de compartir y de celebrar junto con los amigos. Todos esperábamos que sonara el timbre porque más que sacarnos del salón, anunciaba que el juego podía comenzar.

En cualquier deporte el juego contiene un aviso de entrada y salida con algún sonido. Está el pito del árbitro en el fútbol, la chicharra en el baloncesto, el disparo en atletismo, el “playball” en la pelota, así como tantas otras referencias que indican el comienzo.  Usualmente, otro sonido indica que se termina.

Algunas personas destacan que la vida no es un juego, pero hay otras que indican que estamos en el juego de la vida. Creo que ambas se pueden comprender. No obstante, soy partidario de que es a través del juego que dejamos salir a relucir quiénes somos y qué escondemos.

Dicen los expertos que con frecuencia las personas dejamos de jugar cuando crecemos y de esta manera nos perdemos muchos de los beneficios que implican esas actividades. Algunos todavía tienen la mentalidad de que jugar es casi una pérdida de tiempo, por lo que lo dejamos de hacer cuando salimos de la infancia. Es triste y lamentable cuando pensamos que el juego sea asunto de niños. Esto es un error.  En primer lugar, porque la diversión y la risa son necesarias en todas las edades; y el juego es una de las maneras más sanas de divertirse para aprender los procesos de la vida. Como pastor, creo en el beneficio extraordinario que nos presenta el juego. Disfruto a plenitud las riquezas que nos da la recreación. Jugar nos hace reír y la risa es medicina para el alma. Por eso, la escritura nos destaca que “el corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu quebrantado consume las fuerzas” (Proverbios 17:22, NTV).

Con esta idea comenzamos nuestro tiempo de Escuela Bíblica de Vacaciones para los niños de nuestra iglesia y la comunidad. Vamos a jugar y celebrar la noticia que Cristo ha venido para transformar la vida y encontrarnos con la alegría de la nueva canción que se ha producido en nuestro corazón. Aunque el marcador pueda dar la impresión de que las cosas van sin posibilidades, siempre sabemos que es posible recuperarnos y ganar. Por eso decimos como el texto bíblico: “En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán” (Isaías 40:31, NTV).  ¡Vamos a jugar! ¡Que suene el timbre ya!   

 Rev. Eliezer Ronda Pagán