Soy de esas personas paticaliente. Me gusta ser andariego y conocer lugares diferentes de donde provengo. Si involucra salir del país más todavía. En nuestro caso, al vivir en una isla, las únicas maneras de hacerlo es por aire o mar. En la planificación, empaquetamos lo que nos gusta y lo que entendemos que necesitamos para lo que queremos hacer. Llegar al aeropuerto o muelle, usualmente está acompañado de risas, correteos y fotos que capturen la emoción de saber que vamos a salir juntos. Lo interesante es que tan pronto abordamos el avión o la embarcación, somos obligados a participar de un pequeño “drill” de seguridad de cómo responder en caso de una emergencia donde la vida esté en peligro. Es allí cuando, los asistentes de la nave nos enseñan a cómo usar el salvavidas en caso de necesitarlo. El que nos dan no es un amuleto de buena suerte. Es la herramienta que tenemos en caso de que el naufragio ocurra en el trascurso del viaje.
En la vida espiritual ya ha ocurrido un naufragio en nuestro trayecto y nuestro pecado nos deja en la lucha de intentar subsistir. La Escritura nos recuerda “…que todos hemos pecado y no tenemos derecho a gozar de la gloria de Dios” (Romanos 3:23, NBV). Nuestro pecado nos separa y nos distancia de Dios. Sin embargo, el gran deseo de Dios es tener relación con nosotros. Por eso, el mismo Pablo destaca que “Dios, no obstante, nos demostró su amor al enviar a Cristo a morir por nosotros, aun cuando éramos pecadores” (Romanos 5:8, NBV).
El anhelo de Dios es que seamos salvos y por esto, envió a su hijo Jesucristo para que seamos salvos.
No hay necesidad de transitar sin rumbo por la vida. Cristo es Salvador. Desde el nacimiento en Belén, notamos que su nombre es Jesús para salvar al mundo de sus pecados. También podemos leer: Esta es la verdad del evangelio en la Escritura: “Pues la gracia de Dios ya ha sido revelada, la cual trae salvación a todas las personas. Y se nos instruye a que nos apartemos de la vida mundana y de los placeres pecaminosos. En este mundo maligno, debemos vivir con sabiduría, justicia y devoción a Dios” (Tito 2:11-13, NTV).
Todos necesitamos un salvador. Cristo vino para salvarnos y dar su vida en rescate por todos. Ven a Él y acude a la fe por gracia porque es su regalo para ti. Consagra tu vida y arrepiéntete del pecado y disfruta del proceso de la santificación para vivir en plenitud por el Espíritu de Dios. No hay que naufragar. Ponte el salvavidas.
Bendiciones,
Eliezer Ronda Pagán