Música a mis oídos

Somos una sociedad musical. Para todo evento de encuentro indistinto del motivo, lo acompañamos con música. Lo hacemos en fiestas de cumpleaños, celebraciones de temporadas como la Navidad, actividades nacionales y hasta en momentos más difíciles como funerales. La música recoge esa capacidad de poner en acordes las emociones que poseemos desde la realidad personal y colectiva. Con ella, encontramos significado e inspiraciones para expresar cómo nos sentimos y hasta respuestas a nuestro estado de ánimo. Esta pone en sus sonidos las palabras del alma del ser humano.  De ahí surge la expresión afirmativa cuando algo hace sentido de eso es “música a mis oídos”. Al acercarnos a la Escritura, es interesante ver cómo el mismo lenguaje original hace referencia a esta expresión humana de cómo respondemos a los eventos de la vida por medio de la música.

Para el cristiano también es importante encontrar respuestas a diferentes momentos de la vida con sentido sin ser simplistas, porque a fin de cuentas, la fe no puede ser “simplona”. De las preguntas importantes que nos podemos hacer en la vida espiritual una es: ¿Cómo podemos crecer en nuestra relación con Dios? La respuesta más elemental, clara y diáfana es que crecemos cuando conocemos las Escrituras. La otra pregunta sería: ¿Qué tienen que ver las escrituras con la música? Nos sorprenderíamos con el lenguaje de las comunidades griegas que nos iluminan en este sentido. Podemos leer en el texto bíblico que:  “Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida.

 Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto” (2 Timoteo 3:16, NTV).  Lo interesante es que la expresión koiné del griego para la palabra inspiración que se usa en ese texto es la “theopneustos”. Esta expresión del vocablo no es común porque no es una palabra usual. Su contexto sería aire de Dios o aliento de Dios. En otras palabras, para el autor bíblico, las escrituras son el soplo de Dios expresado en letras y oraciones.

Lo interesante es que una de las actividades musicales de las comunidades primitivas, era el uso de la flauta para sus festividades. El detalle es que para que las flautas fueran útiles deberían ser sopladas por el “pneuma” de alguien. De lo contrario, son instrumentos capaces, pero inútiles para lo que fueron diseñados. El estudio de las Escrituras y la reflexión cotidiana de ella, hacen que seamos receptores del aliento de Dios para ser de utilidad a las realidades y necesidades humanas. Pudiéramos decir que al conocer las Escrituras, somos música afinada que puede transformar en melodías los eventos que muchos atraviesan. El ADN del cristiano, requiere conocer la Biblia como expresión de vida al otro y cómo Dios anhela tener una relación cercana. Conozcamos la palabra. Seamos música a los oídos de quienes necesitan encontrar respuestas a sus necesidades. Cristo es la palabra encarnada y hasta pudiéramos decir que “música a nuestros oídos”.

Bendiciones,      

Eliezer Ronda Pagán