Dicen que un día excelente comienza con un buen café. Sentimos el aroma que viaja por los espacios de la casa. Vemos su sustancia oscura en la greca que nos lleva a comenzar las mañanas con deseos de disfrutar lo que pudiera ser el desarrollo de un buen día; o por que no, lo que pudiera ser un día no tan agradable. Con el café entre sorbo y sorbo, nos reunimos con personas y conversamos buscando la conexión con aquellos que amamos. De ahí que cuando queremos compartir y tener un diálogo con alguien que amamos, le decimos: “Vamos a tomarnos un café”. Con esa invitación, surge la intención de conversar y profundizar en la relación.
Es por eso, que en los pasados años han surgido una proliferación de los llamados “coffee shops”. Estos tienen la intención de buscar espacios de compartir, hacer tareas y elaborar las conversaciones que nos lleven a pasar un buen tiempo. Lo curioso es que varios de esos lugares, como medida de alcance a los clientes, ofrecen servicios de conexión de internet por wifi. Lo interesante es que eso provoca que no podamos conversar porque seguimos conectados con lo otro.
Ese es el gran desafío de hacer comunidad o mas bien, tener comunión. No es posible que eso pueda ser de esa manera si lo que nos lleva a un lugar es la conexión que nos desconecta del otro. Dicen los que conocen y estudian mucho del tema de la espiritualidad, que su fundamento son las relaciones. En ese caso, creo que es fundamental pensar en la oración como disciplina espiritual más que como recurso de respuesta de último minuto.
Como iglesia, debemos reflexionar por qué oramos y para qué lo hacemos. Es nuestro interés que en el ejercicio del ADN de nuestra iglesia, la oración tenga un fundamento sano de comunión con Dios. Por eso creemos que oramos a Dios para conocerlo, encontrar dirección para nuestra vida y exponer nuestras peticiones delante de Él. Nuestro deber es presentarnos tal cual somos y no que Dios esté obligado a ejercer nuestros caprichos. En todo caso, no hay comunión.
Pablo lo dijo de esta manera: “No se inquieten por nada; mas bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”(Filipenses 4:6-7, NVI). Oramos para ir delante de Dios y presentarnos ante Él. Para que reconozcamos nuestra fragilidad. Él responde por encima de lo que necesitamos. Es hora de conectarnos con Dios y eso no requiere café. Solo requiere humildad y confianza en Él.
Bendiciones,
Eliezer Ronda