Hace un tiempo, una campaña publicitaria de American Greetings, conocida como una de las compañías de tarjetas postales más grandes de los Estados Unidos, lanzó un anuncio donde solicitaban empleo para el trabajo más fuerte del mundo. Consistía en que las personas interesadas debían hacer una entrevista por medio de la comunicación virtual en donde les informarían los requisitos que debía tener la persona que colaborara en tal posición. Las exigencias eran absurdas y fuera de toda sensatez.
Algunas de las obligaciones para este trabajo eran: un doctorado en psicología o equivalente, habilidades en gestión de crisis, capacidad de manejar un mínimo de 10 a 15 proyectos a la vez y trabajo de 135 a un número ilimitado de horas por semana. Todo el tiempo estarían de pie. Además, no había vacaciones, ni días festivos. Se garantizaba que durante esos días el trabajo se iba a duplicar. Para colmo de exageraciones, no había paga. El sueldo sería $0 anuales.
Como pueden imaginar, todos los aspirantes se reían de manera absurda y pensaron que las propuestas hechas por el entrevistador eran necias e ilegales. Sin embargo, todo cambió cuando les informaban que ya había una persona que hacía eso. Esas eran las madres. El vídeo se tornó viral y se reprodujo en más 25 millones de ocasiones. Todos los seres humanos que hemos tenido la oportunidad de respirar, estuvimos en el vientre de una mujer. Allí fuimos alimentados y desde allí surgió el primer acercamiento con lo que sería la vida.
Ellas, literalmente nos cargaron y en el momento en que menos lo imaginamos; nos alumbraron a la vida. Es decir, que desde el mismo inicio de la vida hay una relación directa con el tacto de una mujer que nos ha dado de ella para que podamos existir.
Nuestra propia cultura local es tan atenta con el corazón de las madres que las expresiones hacia ellas no son del todo apreciadas porque cada una de ellas posee un espacio sagrado en el corazón de todos. Esto es más común cuando vemos que gran cantidad de hogares de todo Puerto Rico son dirigidos por una mujer sola que no tiene la colaboración directa del padre de tales criaturas. Como pastor lo veo frecuentemente. Muchas mujeres llegan al templo con sus hijos, con mucho esfuerzo para animarles a transitar por el trayecto de la fe en Dios. Ellas demuestran que son luchadoras. Que no se rinden al avanzar hacia un modelaje que promueva el emprendimiento en los proyectos de la vida que den significados trascendentales. Las he visto ir a todos los eventos deportivos de sus hijos. Las he escuchado orgullosas de los logros que han tenido. Las he contemplado en su esfuerzo de ser porristas, pero ante todo, las he conocido como guerreras de oración por sus corazones. Las madres son la expresión del amor y apoyo más especial que podemos tener.
Hoy, queremos resaltar el gran corazón y dedicación que todas tienen para la vida de aquellos que contamos con sus abrazos, sonrisas y estímulos. La Iglesia Metropolitana se enorgullece de tener madres extraordinarias que han tomado de su tiempo para formar los corazones de hombres y mujeres que contribuyen a servir a Puerto Rico. Madres, las celebramos y las homenajeamos. Ustedes dicen que los hijos son el regalo de Dios, pero más bien son ustedes nuestro regalo del cielo, el mejor ejemplo del amor de Dios. Las amamos.
Muchas felicidades,
Eliezer Ronda