“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Salimos de la Calle 2, a visitar otra compañera que vive a tres o cuatro calles de nuestro trabajo. Pensamos que llegaríamos en 5 o 7 minutos ya que conocíamos la dirección y estaba muy cerca. Dimos las vueltas correspondientes, vimos los negocios y las señales que nos habían indicado y no dábamos con la casa. Preguntamos en un negocio y nos respondieron con otra pregunta: ¿es SO o SE? Finalmente, le comento a la compañera que guiaba que pondría el GPS ya que todas las calles parecían iguales y debíamos estar muy cerca. Dimos la vuelta, pasamos las mismas señales y la voz computarizada del GPS nos indicaba que viráramos a la derecha. ¡Oh, sorpresa! A la derecha había una casa que no nos dejaba pasar. Repetimos una y otra vez nuestra ruta, hasta que dijimos: ¡Estamos perdidas en Puerto Nuevo! Luego de más de media hora llamamos a nuestra compañera y nos dijo, voy a enviar a mi sobrina al punto donde están para que puedan llegar. A los 2 minutos vimos una mano agitarse y llegamos a nuestro destino.
En la experiencia de los discípulos estar con Jesús, escucharle hablar y seguirle, se convirtió en su lugar seguro y confortable. Podían llegar, caminar con Él y disfrutar de su presencia. La conversación de Jesús ese día, tomaba una dimensión mayor. Jesús les está hablando de un lugar hacia donde iba y expresa a sus discípulos que también ellos conocen el camino: 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. La reacción de Tomás no se hizo esperar, Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino? Pienso yo que Tomás fue muy valiente al compartir su confusión con Jesús y los discípulos: Así es la vida, ninguno debe avergonzarse de estar confundido, lleno de dudas y sin dirección. Algunos preferimos callar y seguir caminando en círculos antes de expresar nuestra falta de dirección. Posiblemente, cuando creemos tener todo bajo control, las circunstancias cambian y nos sacuden, y “nos perdemos en aquel lugar que pensábamos conocido”. Buscamos opciones en las voces, alternativas y “verdades”, en esta realidad que vivimos saturados de información. La reacción de Tomás, nos invita a reconocer que estamos abrumados, confundidos y finalmente perdidos. Frente a esta realidad, Jesús es la respuesta a nuestra falta de dirección y confusión: “Yo soy el camino”. Frente a la diversidad de voces y señales, “Yo soy la verdad” a la cual respondemos en fe y confianza, como sus discípulos reconociendo que Él es la vida… Como afirma Jesús en Juan 10:10, “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. A Él podemos llegar una y otra vez, reconociendo que en Él podemos disfrutar de una vida abundante aquí en la tierra y llegar a la meta definitiva de la vida eterna.
Iris de León Ruiz