Cuando los vientos de tormenta azotan tu vida el estar conectado a Jesús te ayuda a permanecer de pie. (Juan 15: 1- 7). Comienza el proceso de una nueva criatura cuando dejamos que Jesús entre a nuestras vidas. Tenemos que reconocer que somos pecadores y que Él murió para limpiarnos y convertirse en nuestro amado Salvador y Señor. En ese glorioso momento nos pide que le demos nuestro corazón. Él se encargará de sanarnos y tomar el control de nuestras emociones, sentimientos, actitudes, dolores, desengaños, frustraciones, alegrías, triunfos, sueños, metas etc., etc.
Hay un requisito fundamental para que la vieja criatura que ha vivido en nosotros pueda ser cambiada y renovada…, PERMANECER en ÉL. Comenzamos creyendo con una fe pequeñita que lo anterior puede ser posible. Nos conectamos con Él a través de la lectura de la Biblia, orando, buscando su presencia y voluntad, alabándole y adorándolo, congregados en la Iglesia que Él nos ha provisto.
Para lograr que lo que es un pequeño renuevo se convierta en un fruto que alimente y se deleiten en Él, hay que permanecer pegado a la planta hasta que esté listo.
Cuando visité por primera vez el Valle Central del estado de California donde mi hija Suhrei y su esposo Josh residían en ese momento, observé cuerdas y cuerdas de viñedos en su esplendor. Uvas hermosas que producían en mí el deseo de saborear algunas de ellas. Solo las que permanecían pegadas a la planta producían esa rica sensación.
Cuando volví a visitarlos en el invierno, el escenario que vieron mis ojos había cambiado radicalmente. ¡Qué tristeza causó en mi ánimo lo que vi! Cuerdas y cuerdas de viñedos secos a causa del crudo frio. Ustedes saben el milagro de vida que sucede en la primavera. Lo mismo sucede en nuestras vidas cuando luego de esa entrega a Jesús comenzamos a vivir tomados de su mano.
A nosotros como familia nos ha tocado vivir distintos momentos de invierno y de primavera especialmente con la salud de nuestro hijo Antonio (Tonito). El permanecer conectados, pegados a la vid que es nuestro Señor ha dado el fruto de vida que todavía hay en Él. Nosotros somos los pámpanos, Jesús es la vid verdadera y el Padre es el labrador.
Mi oración es que siempre mi vida permanezca conectada, pegada a Jesucristo hasta que el venga o yo vaya a Él. Te invito a que dejes que el Yo Soy te ayude a manejar tus circunstancias y hagas tuya la Palabra viva que hemos estado estudiando. “Yo soy la vid verdadera y vosotros sus pámpanos; el que está en mi, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mi nada podéis hacer” (Juan 15:5). Que Su gracia nos cubra.
Wilma Oliveras Pérez