A todos nosotros, las ovejas...

“Jesús murió, no solamente por esta nación (judía), sino también para reunir a todos los hijos de Dios que estaban dispersos” (Juan 11: 51-52).

Pensarme como oveja me lleva a imaginar varias cosas: la naturaleza de lo que sería mi pelaje, mi dieta vegetariana, y el hedor particular que me distinguiría por mi residencia permanente con mis compañeros ovinos, entre otras razones. Sin embargo, esta reflexión se ha hecho una costumbre en mi diario vivir. No, no es porque hieda o porque haya asumido esa dieta particular, sino porque es mi manera de recordarme quién soy: solo soy oveja.

Somos ovejas, con la capacidad de ser engañados por nuestro propio orgullo.  Pensamos que somos autosuficientes, autorrealizados, “sapiensalmente” capacitados para enfrentar toda amenaza que quiera atentar con nuestra vida. Ni aun los anales religiosos que podamos haber acumulado por nuestras vivencias y experiencias en la iglesia pueden definirnos como otra cosa que no sea la que te presento hoy: oveja. Ovejas dentro y fuera de la iglesia, ovejas que deambulan este globo terráqueo en busca, si no lo han encontrado, de ese Buen Pastor. Expuestos a las consecuencias de este mundo, ¿cuál es nuestra esperanza con tal naturaleza frágil? En 1 Pedro 2: 25 podemos leer:
Antes, ustedes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han regresado a Cristo, que es como un pastor que los cuida y los protege”.

El reconocer ese “Yo soy el Buen Pastor” de Jesús nos tiene que llevar a hacer las siguientes conclusiones: Si Jesús es el Pastor, ¿quiénes son las ovejas? No miren mucho, somos nosotros.  Ser oveja implica debilidad, ignorancia, dependencia, incertidumbre... Por ende, vuelvo a preguntar, ¿cuál es nuestra esperanza?

¡Soy y somos ovejas! Al pensarme de esta forma preparo mi ego para el mayor puño que pueda ofrecerle: no eres suficiente, no eres capaz por ti mismo, no lo sabes todo, no te puedes salvar, guiar, perdonar, restaurar por tus propios méritos; hace falta el Buen Pastor. Jesús dice en Juan 10: 14- 15: “Yo soy el buen pastor. Así como mi Padre me conoce a mí y yo conozco a mi Padre, así también yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas”.

Por ende, esa vida que Jesús está dispuesto a darnos diariamente, y la cual entregó en la cruz para tuviéramos salvación, es la confianza y bendición que recibimos al asumir nuestra posición e identidad de oveja del Buen Pastor. Nuestra relación con nuestro hermoso Pastor agudizará nuestros oídos, nuestro corazón, a su voz  Resultará en una sujeción diaria al entender que no somos nada sin Él. Por ende, si Él da su vida por mí, su oveja, sus decisiones sobre mi vida, sobre mi identidad, son y serán buenas, aunque no lo entienda así en el momento.

A nosotros, las ovejas, que reconocemos la voz de nuestro Pastor y respondemos a ella cuando nos llama por nuestro nombre: vivir bajo el pastorado de nuestro Señor Jesús es y siempre será la mejor dicha que podremos vivir en esta tierra.

Ahora, a todos nosotros, las ovejas, que, por alguna razón, en momentos dados, hemos hecho olvidar el sonido de la voz de nuestro Pastor, que por vagar tanto tiempo lejos del redil hemos perdido nuestro camino, o que todavía no hemos tenido la oportunidad de experimentar el amor de ese Buen Pastor quien deja a salvo su rebaño y va tras aquella que se ha extraviado, nos presentó una palabra de esperanza: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también me conviene traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y yo seré su único pastor” (Juan 10: 16).

El Buen Pastor se empeña en que sus ovejas, las de este y otros rediles, le reconozcan y se sientan atraídas a Su voz cuando Él las llama por su nombre. Su eterno amor es obstinado al decidir morir para ser el verdadero y único Pastor de nuestra vida. Él es EL Pastor, “the life-giving Pastor”, cuyo bien y satisfacción estriba en velar y cuidar por todos nosotros, sus ovejas.

Te invito a que te unas a mi ejercicio doméstico en el que le recuerdo a mi corazón mi naturaleza de oveja. No, no tienes que dejar de comer carne o asumir la posición de cuadrúpedo, pero sí debes, diariamente, hacer memoria de que solo eres oveja y Jesús es el Buen Pastor.

Raquel González Morales