“Yo Soy el buen Pastor, el buen Pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10.11).
Es la cuarta de las siete declaraciones Yo Soy de Jesús registradas en el Evangelio de Juan. Las mismas apuntan a su identidad, propósito único y divino.
Yo Soy el buen Pastor se describe a sí mismo no solo como el pastor, sino como el Buen Pastor. Se refiere a Jesús muriendo por las ovejas, único en su carácter. El Salmo 23, “Soy tu Pastor y nada te faltara...”; Zacarías 13.7, “Cristo como Pastor”; Hebreos 13.20, “el gran Pastor vive por las ovejas, y Príncipe de los pastores vive por sus ovejas (1Pedro 5.4).
La palabra “Kalos” traducido como “buena” describe lo que es noble, sano, bueno y bello, en contraste con lo malo y desagradable. No solo es bueno interiormente, sino lo atractivo exteriormente. Es una bondad innata.
Jesús está haciendo referencia a su bondad inherente, su justicia y su belleza. Él es quien protege, guía y nutre su rebaño. El pastor conoce sus ovejas cuando las mira. No ve un montón de lana, las llama por su nombre. Cada una de ellas le responde cuando él las llama, porque conocen su voz. Cada una de ellas es diferente, en su cara y rostro. Las ovejas son sumisas, ingenuas, pasivas y frente al enemigo, se sienten desamparadas porque no pueden defenderse por sí mismas.
Haciendo referencia a Juan 10. 12-13, podemos ver un contraste entre Él y los líderes religiosos, los fariseos. En Juan 10.9, Jesús nos habla de ladrones que tratan de entrar sigilosamente en el rebaño. Los mercenarios se contrastan con el Pastor verdadero fiel que voluntariamente da su vida por las ovejas. No el asalariado que hace su trabajo por un sueldo, y su preocupación NO es la seguridad de las ovejas sino él mismo. Ellos, cuando viene el lobo, huyen y abandonan el rebaño.
El verdadero Pastor restaura y protege del mal que trata de destruirla y de esa forma la oveja tiene paz. Cuando son corderillos y a veces abandonados por la madre, el pastor los sujeta contra su pecho y los alimenta hasta que son suficientemente fuertes para devolverlos al redil.
El Señor nos recuerda que las ovejas están siempre sujetas a peligros. Siempre deben estar bajo la atenta mirada del pastor mientras pastan. Pero, en ocasiones nos hiere con su cayado con el fin de librarnos de los matorrales espinosos y de los abismos del mal. Cuando estamos heridos, nos damos cuenta de nuestra desesperada condición. Tal vez sea una enfermedad, una división familiar, un desastre financiero… y nos sentimos perplejos y angustiados. En esas circunstancias podemos volver nuestros ojos al Pastor de pastores. Lo encontraremos con sus brazos extendidos, ofreciéndonos la gracia del perdón y su amor incondicional.
Él, como buen Pastor aguarda pacientemente por el bienestar de su rebaño. Por eso entregó Su vida para hacer posible la salvación de todos los que acuden a Él, para proclamar que: Él es el buen Pastor.
Geñita Domínguez