Bendecidos todos. Hoy es 3 de mayo de 2020. Ya son más de 40 días de mucho pensamientos y preguntas que llegan a mi mente. En los primeros días de esta pandemia, no entendía y ni le ponía atención a las noticias. Tan pronto las cosas empezaron a coger seriedad, llegó la ansiedad y preocupación. Les confieso que me he dado cuenta de que no soy tan fuerte mentalmente . Cada día, la preocupación era más y la incertidumbre sobre el futuro me agobiaba. Me sentía como dicen los versículos en Marcos 4: 35 al 40, sobre los discípulos de Jesús, quienes le acompañaban cuando vieron la tempestad.
Luego, hice muchas oraciones y tuve conversaciones con Dios, buscando consuelo, pero más aún, buscando una explicación que me diera la tranquilidad y el respirar que necesitaba para retomar el control de mi familia dentro de la casa.
Una noche, encerrado en el cuarto, mi esposa me habló y me dijo: “Tenemos que ser valientes
y afrontar la situación. Le creemos a un Dios a quien le dimos nuestras vidas y haremos su voluntad”. Ese respirar empezó a llegar y sentí alivio. Llegó el descanso y el entendimiento. De momento, las oraciones cambiaron de: “¿Por qué, Dios? a, ¡Dios protégenos!; a, ¡Gracias, Dios!; Dios, glorifícate en los trabajadores de la salud, médicos, enfermeros y el gobierno”. La vida nos volvía a dar un reality check. Me preguntaba muchas cosas. Tomé conciencia de que ya era hora de servir, bendecir, hablar y escuchar. Que la gente está sensible a escuchar de Dios.
Me di cuenta que las personas quieren sentir ese respirar; el mismo que Jesús les dio a los discípulos cuando se levantó de su reposo y reprendía al viento. Le dijo al mar “calla y enmudece” y todo se calmó.
Tenemos que hablar de la esperanza de vida que hay en Dios; que el control de todo lo tiene Él. Hablar de que la esperanza y la fe son similares, con una diferencia. Que la esperanza es el deseo de tu corazón y la fe; es la certeza de que Dios lo hará.
Mucha gente dice que la vida no será igual y que muchas cosas cambiarán y eso lo creo. Pero de algo estoy seguro. Que mi familia y yo le servimos a un Dios de esperanza viva y eso no me lo quita ni un huracán, ni un terremoto y mucho menos una pandemia.
Iglesia, los extraño mucho. ¡Estoy loco por volver a abrazarlos!
Willie Wilson Ronda y familia