Desde comienzos de este año, nos ha tocado vivir diversas circunstancias que han trastocado nuestra vida. Situaciones no vividas anteriormente, inesperadas y que afectan nuestra estabilidad física, emocional, económica y hasta la espiritual.
Abruptamente hemos tenido que detener nuestro acostumbrado andar; dejar de hacer lo que por costumbre hacíamos hasta sin pensar mucho. El tren de la vida actual nos llevaba a otra velocidad, actuando muchas veces en automático. Dábamos por sentado tantas cosas. Aunque a la vez transcurría el ritmo de nuestras vidas de manera agitada, como que perdimos la capacidad de observar más detenidamente nuestro alrededor, nuestras vidas, nuestro interior y hasta nuestra propia familia. Ahora, muchos hemos estado más tiempo en el hogar; otros más tiempo en sus trabajos. Hemos tenido que asumir otros roles de manera intensa en el hogar rompiendo así la rutina y obligados a crear una nueva forma de vivir. Históricamente, se han presentado cambios socialmente, cultural, económica y otros a través del tiempo. Dios no cambia. El libro de Dios está vigente. Su poder y su gracia no expiran, no caducan y no se agotan. Sus promesas son para todos nosotros y Él siempre es fiel. En el libro de Isaías nos dice que la Palabra de Dios permanece para siempre. Hagamos un alto para, al igual que el Planeta está teniendo un Respiro y regenerándose, también nosotros podemos reacondicionar nuestras vidas. Participemos del Respiro.
Respiro sugiere una pausa pero con propósito. El Respiro trae alivio pero conlleva acción. Al respirar obtenemos vida y energía. Respiremos aromas de vida, buscando la fragancia de Jesús; esto solo podemos lograrlo dedicando tiempo con propósito al estudio de su palabra, a la alabanza y oración. Si el Respiro lo enfocamos en Jesús llegará la calma, el descanso y recobraremos el aliento. El Respiro debe estar impregnado de Esperanza. La Esperanza comienza con la fe. Una va entrelazada de la otra. Me encanta la historia de la mujer del flujo de sangre en Mateo 9: 20-21: “Si tan solo pudiera tocar el manto de Jesús con eso quedaría sana. Tu confianza en Dios te ha sanado”. La fe nos da Esperanza y nos da confianza. La Esperanza es un estado de ánimo optimista. Aspiramos y deseamos algo. Así que, la Esperanza es un estímulo que nos impulsa, nos aporta fuerza y a la vez tranquilidad. Tenemos que apoderarnos de la palabra de Dios y de sus promesas que nos brindan Esperanza. Comparto una de mis porciones preferidas: Isaías 43: 2-4 “Aunque tengas graves problemas, Yo siempre estaré contigo; Cruzarás ríos y no te ahogaras, caminarás por el fuego y no te quemarás, Porque yo soy tu Dios y te pondré a Salvo”.
Mayra González