"Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad como el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía”(Santiago 5:7).
Tiempo de emociones encontradas: inseguridad, miedo, incertidumbre, angustia y ansiedad. Todo eso nos puede provocar las noticias que oímos y leemos. Nombres extraños y números exorbitantes que no esperábamos escuchar. Todo fuera de nuestro control. La vida nos cambió en unos días, rompió nuestra rutina, nuestra cotidianidad. Quizás nos sacó de nuestra zona de comodidad.
Nosotros podemos cambiar este panorama y transformarlo en tiempo de renovación, de restauración, de sanidad interior, de limpieza profunda. Tiempo de quietud, de descanso, de oración, de oportunidades de vida para buscar el rostro del Señor; de intimidad con nuestro creador y el que nos diseñó" a su imagen y semejanza”.
Tiempo de volver a respirar, pausar o detenernos para volver a soñar; retomar lo que hemos pospuesto o hacer cosas nuevas. Meditar, para conocer su voluntad y cuáles son sus enseñanzas en este tiempo de dificultades. Recordando siempre que "Dios es nuestro refugio y fortaleza. Él siempre está dispuesto a ayudarnos en los momentos difíciles” (Salmo 46:1). Él es nuestra paz y nuestra alegría y debajo de sus alas estaremos seguros".
Tiempo para crecer, creer, contemplar y observar las cosas bellas que el Señor diariamente nos permite disfrutar. Respira y agradece un día soleado aunque no podamos ir a la playa, la lluvia que rejuvenece las plantas, las flores que nos deleitan con su perfume, sus formas y colores. Las risas y las ocurrencias de los más pequeños. Disfrutemos de este tiempo para compartir con otros las bendiciones del amor de Dios.
Es tiempo de preparación, de oración. Tengamos paciencia para esperar el precioso fruto que algún día recogeremos. Estemos alertas a las señales de Dios, como el agricultor está pendiente a las inclemencias del tiempo y cómo pueden afectar su siembra, para seguir escuchando la voz del amado y poderle responder: “Heme aquí, estoy a tus pies para servirte”.
Oración:
Dios de amor, te damos gracias por tu palabra que ha sido internalizada en nuestros corazones y nos ha ayudado en esta hora de dificultad. Gracias por las diversas maneras en que tú nos has hablado y tu palabra ha llegado a tu pueblo. ¡Qué tu paz siempre nos acompañe! ¡Tú eres la lluvia que refresca nuestra vida! Cuida la salud física, emocional y social de nuestro pueblo. Todo lo pedimos en el maravilloso nombre de tu Hijo unigénito, Jesús. ¡Amén!
Mirta M. Laureano Hernández