“Marcos 6:47-52”
Muy tarde esa misma noche los discípulos estaban en la barca en medio del lago y Jesús estaba en tierra, solo. Jesús vio que ellos se encontraban en serios problemas, pues remaban con mucha fuerza y luchaban contra el viento y las olas. A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua. Su intención era pasarlos de largo, pero cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el agua, gritaron de terror pues pensaron que era un fantasma. Todos se quedaron aterrados al verlo. Pero Jesús les habló de inmediato: "¡No tengan miedo! ¡Tengan animo! ¡Yo estoy aquí!” Entonces, subió a la barca, y el viento se detuvo. Ellos estaban totalmente asombrados porque todavía no entendían el significado del milagro de los panes. Tenían el corazón demasiado endurecido para comprenderlo.
Frecuentemente me despierto durante la madrugada y se me va al sueño. Cuando miro el reloj, las tres de la mañana. Ya es algo común para mí. Por lo regular comienzo a orar y así concilio el sueño. Pero otras veces, me invade el temor y la inseguridad.
En los primeros días del toque de queda sufrí una de esas experiencias. Desperté en la madrugada con una inquietud y angustia terribles. Me sentí abrumada de tan solo pensar que me iban a privar de mi libertad. La preocupación por mi familia, el cómo iba a afrontar esta nueva y espantosa realidad del coronavirus, pensamientos que me causaban desesperación e impotencia. La presión fue tanta que sentía me faltaba la respiración. Daba vueltas con ansiedad pensando que me ahogaba. No salía una oración que me calmara; no sabía cómo controlar los vientos de mi alma que pedía a gritos un consuelo. Como tantas otras veces, recordé que la música es mi mejor calmante. Comencé a escuchar una alabanza y adorar al Señor con mi corazón quebrantado y de repente, Jesús vino a mi encuentro, cesaron los vientos, se fue el temor, se calmó la tempestad. Ahora puedo afirmar que este tiempo tiene Su propósito. El descanso por el que tanto había orado y un tiempo de intimidad con Él. Tiempo de ser solidario con mis vecinos, familiares y aun con los desconocidos.
Me parece curioso que, aunque Jesús había visto desde el monte, cómo los discípulos luchaban por controlar el barco, así como cuando murió Lázaro, Él decide retrasarse y encontrarse con ellos durante el momento más oscuro de la noche. Al verlos tan fatigados se acerca a la barca ante el espanto de sus tripulantes quienes no son capaces de conocer al que hace unas horas multiplicó los panes para dar de comer a la multitud que le seguía y que su tardanza era solo el deseo de revelar Su gloria. Al ver el temor de sus discípulos, no le reprochó su incredulidad, sino que se embarcó con ellos y los animó diciendo, No teman, Soy Yo, estoy aquí. Y se calmó el viento y el temor desapareció con su sola presencia.
Y así como a ellos, Jesús se aparece cuando ya hemos hecho todo nuestro esfuerzo, cuando estamos cansamos y frustrados porque las cosas van mal o no resultan como esperamos. Cuando estamos encerrados, no por voluntad propia, y tenemos miedo de salir porque sabemos que afuera los vientos de enfermedad y muerte están soplando.
Endurecemos el corazón y dudamos olvidando lo que Dios ha hecho por nosotros y lo que es capaz de hacer, aunque lo hemos visto hacer milagros en nuestra vida. Llegan las tormentas y tenemos miedo, nos abrumamos.
Pero en lo más obscuro de esta noche que todos vivimos, se aparece Jesús y nos dice; No temas, Yo estoy aquí para ayudarte y guardarte del mal que te acecha. Ven, entra en intimidad conmigo, Yo soy tu refugio, Yo soy tu calma, Yo soy tu paz. ¡Dios te bendiga!
Mari Rosa Mora Cintrón