“Venid a mí todos los que estéis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”. Mt 11:28-30
Cuenta la leyenda….
Lo que les contaré a continuación sonará como leyenda pero no lo es. Es tan cierto como lo son el aire, la lluvia, el Sol y el Creador de todo lo que nos rodea y todo lo que somos.
Mi padre, don Jaime, para los que lo llegaron a conocer en la iglesia, siempre sacaba tiempo para sentarse a conversar conmigo en el balcón de la casa. Era un tiempo especial donde él comenzaba contándome algunas historias sobre su niñez, sus padres, su abuelo, de otros familiares y de deportes que tanto nos apasionaban a ambos. Mas sin embargo, sin yo darme cuenta, terminábamos hablando de mí y todo lo que acontecía en mi vida en esos momentos.
Un día, mientras teníamos una competencia para ver quién comía más mangos de un cubo que él había puesto entre nosotros en el balcón, me contó una historia sobre mi abuelo Pancho y sus bueyes. Humilde, un buey de proporciones medianas y Estrellero, un buey grande gordo y fuerte, que creo nos puede dar un poco de luz dentro de este encierro hogareño en que nos encontramos.
Mi abuelo, Francisco Vega, alias don Pancho, era carpintero. De hecho, él ayudó en la construcción del templo ICDC en San Juan. Pero antes de ser carpintero, hacía yugos de bueyes por pedido. Tomaba algunas medidas de los bueyes, ya que no todos son iguales de altura, cuello, gordura y otras medidas más. Luego de tomar las medidas, buscaba un árbol que le sirviera perfectamente para los bueyes y tallaba el yugo específicamente para esa pareja. Yo llegué a ver el yugo de la pareja de bueyes que él tenía y aún la tengo en mi memoria.
Bueno aquí vamos… en una ocasión en el campo de trabajo, bajo un torrencial aguacero, una carreta tirada por bueyes quedó atascada en el camino enfangado y los bueyes, ya cansados del camino, no podían sacarla. El conductor de la carreta fue a buscar ayuda y llegó hasta la casa de don Pancho. Le pidió que le prestara sus bueyes para sacar la carreta. Abuelo decidió ir con sus bueyes a ayudar. Cuando llegó, vio que los bueyes de la carreta estaban demasiado cansados y decidió quitarlos y poner a Humilde y Estrellero en su lugar. El conductor preguntó por qué y abuelo contestó: “los tuyos están demasiado cansados y serían un estorbo en vez de una ayuda”. Mientras hacían el cambio de bueyes el conductor preguntó el porqué de los nombres de los bueyes. Abuelo le dijo, “Estrellero siempre anda mirando para el cielo y las estrellas. Humilde siempre anda cabizbajo mirando hacia el suelo”. Comenzaron a tratar de empujar la carreta pero estaba tan atascada que se resistía a salir. El conductor dijo, “creo que tendrá que poner mis bueyes otra vez aunque estén cansados”. No se engañe le dijo Pancho, que sabía muy bien lo que sus bueyes podían hacer. “Cuando Humilde encuentre terreno sólido y logre anclar sus patas traseras, Estrellero sentirá que Humilde se ancló y esa carreta sale porque sale”. De más está decir que Humilde se ancló en terreno firme y Estrellero lo sintió.
Dos preguntas nos debemos hacer hoy. Primero, ¿qué yugo llevamos puesto? ¿Necesitas un yugo? En Mateo 11:28-30 el apóstol recoge las palabras de Jesús cuando nos dice que llevemos Su yugo sobre nosotros y aprendamos de Él a ser mansos y humildes de corazón. Hallaremos descanso para nuestras almas. Por muchos años me pregunté ¿cómo es que hallaré descanso si me quieres poner un yugo? Jesús, en el versículo 30 establece que Su Yugo es FÁCIL y LIGERA Su carga. ¿Cómo? Pues sí, ligera. El yugo de Jesús para ti está hecho a tu medida, es justo para ti y no le sirve a nadie más. Te quedará cómodo, no será pesado y no te lastimará. Pero tienes que ser humilde de corazón para llevarlo. Jesús le pidió al Padre que no nos quitara del mundo si no que, nos apartara del mal. Él nos advirtió que en el mudo hallaríamos aflicciones.
Esta pandemia nos aflige a diario. Las noticias del avance indiscriminado del virus nos deprimen. El auto encierro nos puede llevar a la desesperación y es posible que el cansancio de acciones repetitivas de hacer lo mismo a diario nos imposibilite seguir tratando, quedando atascados en el camino. Mas si venimos a Jesús trayendo nuestras cargas, nos ponemos Su yugo en humildad de corazón y hallaremos descanso como Él lo prometió. Si miramos al cielo como Estrellero y nos anclamos como Humilde en el terreno sólido de la palabra de Dios, la carga se hará ligera. Esa es Su promesa. Las situaciones no desaparecerán pero no nos quedaremos atollados en el camino pues su vara y su callado nos infundirán aliento. Seguiremos adelante con Él como capitán. Miremos al cielo y miremos más allá de las estrellas. Veremos la mano de Dios que como gigante sigue delante de su pueblo. Anclemos nuestros pies sobre terreno sólido y continuemos hacia adelante. Este desierto terminará y llegará el momento otra vez donde Él aderezará mesa delante de nosotros y como pueblo, volveremos juntos a la mesa. Allí nos veremos otra vez y nos regocijaremos en el Dios de nuestra salvación. Dios les bendiga.
Jaime Vega (Papo)