Mientras los discípulos de Jesús hacían una travesía en una de las embarcaciones junto al Maestro, se levantó una gran tempestad, amenazando con derivar la embarcación. Viendo los discípulos que se llenaba de agua, despertaron al Maestro, quien dormía y le dijeron: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Levantándose, Jesús reprendió al viento y dijo al mar, “calla, enmudece”. Y el viento cesó y se hizo gran bonanza. Y les dijo, “¿por qué estáis tan amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
En nuestras vidas, muchas veces ocurren situaciones que nuestra embarcación amenaza con tambalearse y perdemos de perspectiva el significado de la fe. Muchas veces repetimos que la tenemos pero olvidamos que fe es aquello que creemos que lo hay pero no lo vemos.
Si encendemos una luz, sabemos que la bombilla va a brillar pero no hemos visto la electricidad. De la misma manera es cuando oramos a Dios. No lo vemos pero, sí tenemos la fe de que está a nuestro lado y sí, le creemos a Él. Sabemos que Él va a contestar nuestras peticiones, quizás no en el momento mismo que oramos. Pero algo que Dios siempre da a los que confían en Él, es una paz indescriptible en nuestra mente y nuestro corazón. Cuando recibimos esa paz de parte de Dios, esperamos confiados porque en su tiempo, Él nos contestará. A veces nos maravillamos de su respuesta porque no hemos estado afanados, insistiéndole a Dios, sino que esperamos en su misericordia. Ese milagro de ver lo que Él ha hecho en nuestra vida y en la vida de los que hemos estado orando, es una sorpresa tan hermosa; porque sabemos que es un regalo de Dios. (Marcos 6 :47-52).
Los discípulos ya habían visto grandes milagros hechos por Jesús durante su caminar junto a Él. Pero aún dudaban. Lo vieron caminar sobre las aguas durante una tormenta y lo confundieron con un fantasma.
En Puerto Rico y en todo el mundo, estamos pasando por una tormenta en estos meses. Hemos visto que en muchas de nuestras vidas y en la de los nuestros, Dios ha hecho provisión, pero a veces, dudamos. Dios quiere que sepamos que al igual que en aquellas olas sobre las que Él pudo transitar cuando los discípulos lo vieron, puede transitar en tu desesperanza y traerte estabilidad emocional. Dios es el mismo ayer y siempre. Él tiene el control de todas las situaciones por las que podemos estar atravesando. No podemos perder las esperanzas. Dios nos pide que respiremos, que nuestros esfuerzos se materialicen ayudando a otros. Con una palabra de aliento, con un mensaje de esperanza, con los frutos del Espíritu que sabemos que hemos cultivado a través de nuestra vida cristiana.
Finalmente, conforme Dios dice en su palabra en Mateo 11:20 “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo los haré descansar”. Descansemos en nuestro amado Maestro y confiemos porque por amor por nosotros Él venció al mundo. Señor, gracias por tu continuo cuidado y tu bendita esperanza.
Delfina Rodríguez