Necesitamos ser transformados pero con firmeza

“No os conforméis a este siglo, sino transformados por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12. 2).

Saludos fraternales desde Galicia de vuestros hermanos en Cristo, Leo y Geñita.

Es para nosotros un privilegio poder compartir un fragmento de lo que hemos experimentado en este tiempo de pandemia Covid19, donde ha sido muy importante el tamaño de nuestra fe.

Las crisis ponen a prueba una capacidad muy importante de las personas, los grupos, y las sociedades; la resiliencia. La realidad es que las crisis no son deseables, no son buenas, pero pueden llegar a ayudarnos a aprender cosas que nos valdrán toda la vida y que nos ayudarán a afrontar otras crisis grandes o pequeñas.  Es como tener una caja de herramientas bien preparada.

Después de nosotros (Leo y Geñita), haber sufridos los embates del huracán María en el 2017, el temblor y las réplicas de 2020 y nuestro regreso a Galicia en febrero 2020, no nos imaginamos que íbamos a experimentar la pandemia del Covid19. No tenemos la menor duda que las dos primeras nos capacitarían un poco para experimentar lo que se ha estado viviendo globalmente.

Muchas lecciones humanas que vivimos y estamos viviendo. Un estado de alarma. Educarnos y adaptarnos a la capacidad de comprensión, pero también a la emoción. Las emociones pueden potenciar o frenar en determinados momentos. Con el Covid19, altamente contagioso, emocional, va a resultar difícil sintonizarnos a lo que sucede a través de la fe, la esperanza y el amor.

Las emociones como el miedo, ansiedad, estrés, incertidumbre, inseguridad, escepticismo (incredulidad), negación, enfado y no puedo dejar de mencionar la desconexión, (los que dicen esto no va conmigo), otros lo espiritualizan de tal manera que asumen una actitud irresponsable de que: “Dios está conmigo, me va a cuidar y eso no me va a tocar, no le preocupan el prójimo”.

Esta crisis nos ha ayudado a prepararnos para imprevistos.  A priorizar y a no centrarnos en el yo, sino en lo esencial. Muy importante algo que ha tocado nuestro corazón, y no puedo impedir que broten lágrimas. Empatizar con las personas más vulnerables y entender mejor la situación que han sufrido nuestros ancianos, personas mayores en las residencias, (hogares de ancianos o égidas). La mayoría de ellos fallecieron solos y no pudieron despedirse de sus familias. Como abuelos que somos, no poder despedirse de los nietos, ni siquiera un funeral como estamos acostumbrados, la experiencia del duelo se hace mucho más doloroso.

Ahora, nuestra manera de pensar ha sufrido una transformación, un cambio a que hay que educar para desarrollar y evaluar. Ahora, como misioneros y muy lejos desde donde nos encontramos, las evaluaciones que nos esperan son muchas, Y algunas de ellas amenazantes, pero donde TODOS tenemos que hacer un esfuerzo por el bien de otros y el nuestro.  Seguir los modelos bíblicos, los postulados que nos enseñan y orientan las escrituras y nos conducen a buenos resultados.

En el pasaje de Romanos 12.2 nuestra medida de fe no nos limita.  Es estar en posición de recibir un milagro, que únicamente lo hace Dios. Las situaciones que hemos experimentado en este tiempo son las que nos preparan para ser más fuertes y firmes, con tenacidad y constancia. Ser como esa gota de agua que hace el agujero en la roca, no porque sea fuerte, sino por su constancia.

El límite es un récord de Dios, es una meta que hay que luchar y nos hará más intensos. La fe nos mueve, nos activa. Por eso atesoramos lo que hacemos. Este es el tiempo de repensar y ser agradecidos por todo lo que Dios hace, y hará.

“Que no os conforméis a este mundo”. Como iglesia viva que no está confinada, reforcemos el vivir conforme a los deseos de Dios. Necesitamos ser transformados aunque ahora todo convulsa, pero seguimos siendo sal de la tierra y luz del mundo.

Con el amor y gratitud de siempre,

Leo (Junior) y Geñita