“la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:17-18)
La espada es el único elemento de la armadura del cristiano mencionado por el apóstol Pablo que sirve para atacar. De hecho, si todo el resto de nuestra armadura se encuentra en perfectas condiciones, pero no tenemos espada, nos convertimos simplemente en un blanco fácil ante el enemigo. Era un arma muy temida en la mano de un hábil soldado romano ya que su hoja de doble filo causaba estragos a sus enemigos. Su punta podía atravesar incluso armaduras de metal. Para un soldado, era necesario recibir una formación muy estricta sobre como usarla adecuadamente, a fin de lograr la victoria en las batallas que debía enfrentar.
Todos nosotros, como soldados de Cristo, necesitamos tener un entrenamiento diario para saber manejar la palabra de Dios. El apóstol Pablo, en su carta a los efesios, nos dice claramente contra quién luchamos, “No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Junto al entrenamiento de la espada es necesaria la oración. En ocasiones nos cansamos, pero este enemigo no se cansa. Por eso hay que orar sin cesar, en todo tiempo. El mismo Jesús nos dio ejemplo de su importancia. Ante las tentaciones y mentiras del enemigo siempre dijo un “escrito está”, sacaba tiempo para orar a solas y también por los demás.
Si deseas conocer más a Dios lee su palabra y habla con Él. De esta forma podrás hacer su voluntad, permanecer firme, y sobre todo, sentir en tu corazón la pasión de compartirla con tantas vidas que necesitan el gozo, la paz y el amor de Dios.
Maggie Lozada