Efesios 6, específicamente los versos 17 y 18, nos instan a “orar en todo tiempo”. No puedo dejar de pensar en las diferentes situaciones de mi vida que me he encontrado haciendo de mi oración una cantada. No es para menos, pues cantar ha sido mi pasión desde que tengo uso de razón. Sin importar la ocasión, la situación y circunstancias hay un cántico en mi corazón y en mi mente que inexplicablemente se vuelve mi oración ferviente y constante.
Hace aproximadamente dos semanas fui llevado al hospital por un fuerte dolor abdominal que llevaba aumentando hacía varias horas. Esperé horas en sala de emergencia, para ser atendido por un doctor, con la esperanza de tener un diagnóstico para comenzar tratamiento lo antes posible y deshacerme del dolor. En medio de la espera dolorosa no podía hablar correctamente, mucho menos cantar. Aun así, en mi mente retumbamba con fuerza mi oración cantada: “Los que confian en Jehová, son como el monte de Sión que no se mueven sino, que permanecen para siempre. Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Jehová está alrededor de su pueblo”.
Al instante sentí paz y gané fuerzas para esperar un poco más hasta ser atendido. Luego de unas tres horas esperando por un médico, fui atendido y finalmente orientado que pudiera ser un caso de apendicitis. Minutos después, me llevaron a la máquina de CT Scan. Se comprobó en unos momentos el diagnóstico inicial del doctor y la confirmación de que el tratamiento inmediato era operar. Esperábamos que me operaran de inmediato, pero no fue así. Varios medicamentos por vena; después, no había comunicación disponible en el momento y únicamente nos quedaba esperar. De nuevo, mi oración cantada retumbando en mi mente: “Los que confian en Jehová […]” recordándome que debía tener paz y fe.
Al cabo de unas cuatro a cinco horas adicionales, me admitieron al hospital oficialmente y de inmediato a sala de operaciones. Había llegado un cirujano disponible para operar. Luego de haber sido operado con éxito y poco a poco retirándome del efecto de la anestesia general desperté con la sensación de no poder respirar. Por primera vez en esta situación tuve miedo. Los enfermeros acudieron con rapidez a intentar hacerme razonar que esta sensación no era real y que podía respirar por mi cuenta, solo me faltaba entender. ¿Mi respuesta? Una vez más, mi oración cantada. Esta vez, no era en mi mente sino que inconscientemente me encontraba cantando a toda voz que Jehová estaba alrededor de su pueblo. ¡Aleluya!
Al siguiente día fui dado de alta y una semana luego me encuentro recontando esta situación de vida en recuperación y en paz. Extrañamente, en ningún momento tuve la preocupación de si estaría bien o si las circunstancias empeorarían. Puedo decir con certeza que simplemente recordaba las situaciones anteriores de mi vida en las que mi Jehová estuvo alrededor mío y no me permitió caer, sino que en fe me mantuve firme.
“1 Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre. 2 Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Jehová está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre”. Salmo 125: 1-2 (RV1960).
Daniel Montes Torres