“En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, YO SOY” (Juan 8:58).
Cuando comenzamos a leer el libro de Juan, descubrimos que describe ampliamente al gran YO SOY. Reconoce a Jesucristo como el enviado de Dios y lo coloca como el principio de toda la Creación. Dios envió a su hijo al mundo para demostrarnos que nos perdona, nos ama y consuela. Si creemos en Él, tendremos vida eterna que solo Él nos da. Solamente nos pide que sigamos sus enseñanzas, confiemos en Él y abandonemos el pecado.
En este libro, Jesús nos quiere demostrar que Él es Dios y todas sus acciones provienen de su Padre. Además, nos hace conscientes de su poder divino, capaz de alcanzar al mundo. Lo único que nos pide es que estudiemos su Palabra, que le creamos y vivamos conforme a sus enseñanzas.
El YO SOY es el que nos guía en cada paso que damos. Es el que perdona nuestros pecados. El que nos cuida y protege ante toda situación. El que nos abre y cierra puertas según lo que más nos conviene, de acuerdo a su voluntad. El que nos ama por sobre todas las cosas.
Pero, mis amados hermanos, a veces no entendemos lo que Dios quiere decirnos. Nos sentimos desesperados ante la adversidad y creemos que el mundo se nos derrumba. Nuestra condición humana nos hace pensar que no hay solución a nuestros problemas. Es ahí donde debemos recurrir al YO SOY e inclinarnos a sus pies. Tal vez el esperar su respuesta nos impacienta y nos desanima. Es en ese momento que tenemos que soltarnos en sus brazos, poner atentos nuestros oídos y mentes para que sea Él quien obre sobre nosotros.
Esta crisis de la pandemia que nos arropa, solo la podremos soportar agarrados de la mano del gran YO SOY. Sentimos mucho temor, pensamos que esto no terminará, nos preocupan nuestros familiares. Estamos destinados a permanecer en nuestros hogares, muchos de nosotros, en completa soledad. Pero tenemos que volver al YO SOY que es el único que no nos abandona, conoce nuestras necesidades y nos llevará de la mano hasta el fin de nuestros días.
Ante todo, reconozcamos su Señorío, su gran YO SOY, oremos sin cesar, escuchemos su Palabra y confiemos. Su respuesta no se tarda. Llega en el momento perfecto. Tengamos calma y confianza en que Él nos abraza. Somos sus hijos. Él es el YO SOY de paz, de consuelo, de confianza, Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Alabemos su nombre! Démosle gracias en todo momento. Él trabaja para los que confían. Amén
Gloria Santiago