Jesús dijo:" Yo soy el pan de vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre y el que en mí cree, no tendrá sed jamás ". Juan 6:35
Estás palabras de Jesús, nos hablan de eternidad y de su provisión por siempre. Su revelación al mundo. Escogió un elemento distintivo y conocido al ser humano, el pan. Nos habla de historia porque recordamos cuando el pueblo de Israel tenía hambre y Dios le envió maná del cielo. También de algo muy valorado, la vida. Nos garantizó con estas palabras que Él sería nuestro proveedor por excelencia. Satisfacer todas nuestras necesidades físicas, emocionales y espirituales. Es el gran YO SOY del que nos habla el libro de Génesis.
Hay personas que no se imaginan un desayuno sin pan. Para otros, es esencial como parte de su dieta diaria. Entre mis recuerdos de la niñez está ver a mi abuelo o mi padre llegar con el pan caliente todas las mañanas. ¿A quién no le gusta un pedazo de pan caliente con mantequilla? A todo buen puertorriqueño le gusta ver esta escena y si la puede degustar mejor todavía.
Recuerdo una ocasión, cuando mi hija recién mudada a Oklahoma me llamó una mañana para decirme que una amiga mejicana le había enseñado a hacer pan. Me dijo: "Mami es delicioso cuando la casa se llena de olor del pan recién salido del horno y con el frío que hace aquí es una delicia".
Estas experiencias me hacen recordar las palabras de Jesús, YO SOY el pan de vida, el que a mi viene nunca tendrá hambre... Hermosas palabras de seguridad, de confianza en el Dios que se despojó de sus vestiduras sacerdotales de su majestad para ser como nosotros. Su palabra no se desvanece, no se queda en promesas sin cumplir porque es eterna.
¿Cuántos de nosotros en este tiempo hemos visto bendición, abundancia y provisión? Hemos recibido ya sea de familiares, amigos y vecinos que nos traen plátanos, guineos, calabaza, aguacates, panas, etc. También nosotros hemos compartido de lo que tenemos. El Señor nos ha dado y en abundancia, nos ha cuidado en este tiempo, nos ha protegido en el hueco de su mano y debajo de sus alas nos ha refugiado.
Nosotros compartimos el pan, no solo en la Santa Cena, demostrando la unidad en Jesús sino también cuando compartimos con otros. Diré brevemente dos experiencias al inicio de la pandemia. Estando sola en mi hogar tocaron a la puerta y era mi joven vecina. Traía unos bolsos, me dijo: “Esto es para que no tengas que salir y si necesitas algo prométeme que me llamarás”. En ese momento me hizo llorar porque no esperaba ese gesto de ella. La segunda fue cuando participé en la primera repartición de alimentos que hizo la Iglesia, vi a una hermana muy querida llorar cuando llegamos a su casa. Lloraba de emoción al ver las muestras de amor en momentos de confinamiento y distanciamiento social.
Esto nos enseña que al seguir los pasos de Jesús, al ser sus discípulos somos como Él. Es el motor que rige nuestras vidas. Suple nuestras necesidades, es nuestro gran proveedor, no solo en lo físico sino también en nuestras carencias espirituales y emocionales. Nos ayuda a tomar decisiones sabias en nuestro diario vivir y en nuestras relaciones con los demás.
Sacia nuestra vida, nos enseña a vivir confiados en su provisión divina por eso decimos: "Danos nuestro pan de cada día". No sabemos que nos traerá el porvenir pero estamos seguro que Él estará con nosotros "como poderoso gigante".
Ese mismo Jesús que en el Calvario dijo: "Tengo sed". Es el mismo que le dijo a la mujer samaritana “si me pidieses agua yo te daría agua de vida para que nunca tengas sed".
Hoy proclamamos que Él resucitó y un día vendrá a buscar un pueblo redimido con su preciosa sangre, su pueblo escogido.
Mientras llega ese día, sigamos diciendo que Jesús es el pan de vida y el que viene a Él nunca tendrá hambre ni sed jamás. Seguiremos compartiendo el pan que un día conocimos, aceptamos y disfrutamos. Jesús es el pan del cielo.
Mirta M. Laureano