“Jesús respondió: Yo soy el pan de vida, el que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás” – Juan 6:35.
El que más o el que menos incluye el pan en su desayuno, almuerzo o cena. Creo que es uno de esos alimentos que nunca falta en la casa. Siempre estamos pendientes cuando se está acabando para comprar más. Después de la multiplicación de los panes y los peces, los discípulos le piden una señal milagrosa a Jesús para confirmar que Él era el Mesías. Reclamaban un milagro, así como el que creían que Moisés realizó con el maná. Jesús, corrigiéndolos, les dice que es Dios quien proveyó el maná del cielo y que, ahora les ofrecía el verdadero pan del cielo, el pan que da vida.
Jesús no vino para ofrecernos pan, sino para ser el pan con el cual por fin acabaría con nuestra hambruna espiritual. Él es el pan que nos regaló la vida eterna y solo nos pide creer que Él es el YO SOY. Lo maravilloso de esto es que, este pan no requiere de un esfuerzo para ganarlo, es gratuito. En su infinita sabiduría, Jesús utiliza la metáfora del pan para demostrar la gran necesidad que tenemos de Él. Así como alimentarnos es imperativo para sostener nuestra vida física, Jesús vino a ser el pan que nos daría la vida eterna.
Es difícil pasar un día de trabajo con solo el desayuno. El hambre afecta la concentración y hasta influye en el ánimo de algunas personas. De la misma forma, es difícil pasar el día con la oración de hace tres días o la lectura de la semana pasada. Me propuse pasar más tiempo en la Palabra unas semanas luego del inicio de la pandemia. Aunque leía y oraba con frecuencia, reconocía que tenía que pasar más tiempo con el Señor. Con el pasar de las semanas, me daba más hambre de la Palabra. No es de sorprender que Jesús me mostró que hay momentos en los que salto comidas y paso hambre. Y es en esos mismos momentos que Jesús nos invita a depender de él para saciar esos espacios porque, ÉL es el pan de vida.
La buena noticia es que el Pan de Vida está accesible en todo momento, listo para nutrirnos y saciar nuestra hambre. Si tu hambre proviene de la tristeza, la desesperanza, el coraje o la incertidumbre, te invito a que pruebes del Pan de Vida. En medio de noticias desesperanzadoras, él ha sido el pan que sacia mi espíritu y me da las fuerzas para el día a día. Si algo que me ha recordado Jesús en este tiempo, es que debo compartir más el pan con los que me rodean. Hay muchos con hambre espiritual en necesidad del pan de vida. Nosotros podemos ser de bendición al presentar a Aquel que sacia el hambre eternamente.
Anthony Vives de León