El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo

“Yo Soy el pan de vida _declara Jesús _El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca volverá a tener sed” Juan 6.35(NVI).

Jesús mi pan de vida, así puedo decir con toda seguridad.  Cuando dice: “Yo Soy el pan de vida”,  me habla de alimento, en su Palabra, en su presencia.  “El que a mí viene no tendrá hambre ni sed jamás”.  El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.

Pienso que algunas veces, el corazón padece de hambre.  Hambre por encontrarnos con Él, por conocer más de Él y reconocer que algo nos falta. De saber que solo Él nos puede alimentar como lo hizo con el pueblo de Israel.   Dándole maná del cielo, entregado por el mismo Dios que los sustentaba cuando atravesaban su desierto.

En muchas ocasiones en mi vida he pasado por desiertos espirituales, donde el pan de su Palabra me ha confortado.  Recuerdo cuando mi hija Isha ya fallecida, se encontraba enferma con un cáncer terminal en la cama del hospital, recibiendo sus quimioterapias.   Cuando juntas, agarradas de la mano, leíamos la Biblia, orando para que su pan de vida, ese maná en nuestro desierto se convirtiera en alimento para ese día.  Esto nos fortalecía, nos llenaba de esperanza en medio de la desesperanza.

Muchas veces cuando el corazón parece desfallecer y no sé qué más hacer, cuando no me queda fuerza porque las circunstancia, las malas noticias, el cansancio, la desilusión o la incertidumbre de no saber qué vendrá o qué me espera, me llena de ansiedad y me da hambre física.  He deseado apartarme como un hambriento y buscar su alimento celestial. Puedo afirmar que en mis peores momentos Jesús es y ha sido ese pan de vida.  Él me dice que si voy a Él, nunca tendré hambre ni sed jamás...

Así como alimento mi cuerpo físico también necesito alimentarme a diario con su Palabra.

Anabelle Lugo (Annie)