“Yo soy el Pan de vida”, es el primer Yo Soy de los siete en el evangelio de Juan y hasta Jesús lo proclama en cuatro ocasiones en el capítulo 6.
vs. 35: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás”.
vs. 48: “¡Sí, yo soy el pan de vida!”
vs. 51: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo”.
vs. 58: “Yo soy el pan verdadero que descendió del cielo”.
Jesús nos muestra que Él y solo Él es el sustentador de la vida y para sustentar nuestra vida espiritual nos alimentamos mediante su Palabra.
En lo personal, a mí me encanta el pan. Pero, ¡qué hermoso es ver cómo la Palabra nos da ejemplos y consejos de cuándo y cómo debemos comer del pan espiritual! Haciendo una analogía del pan espiritual con el pan cotidiano (alimento);
¿Qué pasa cuando comemos pan de prisa? En ocasiones nos comemos de prisa el pan, la Palabra de Dios, porque tenemos hambre y queremos ser saciados rápido, y es donde muchas veces nos perdemos de ver la bendición. No reconocemos o entendemos lo que Dios quiere decirnos. Lo podemos observar en Juan 6 vs. 26. Jesús les contentó: “Les digo la verdad, ustedes quieren estar conmigo porque les di de comer, no porque hayan entendido las señales milagrosas”. Oh, pero cuántos tesoros escondidos Dios tiene para con sus hijos(as). Salmo 119:15-16 “Estudiaré tus mandamientos y reflexionaré sobre tus caminos. Me deleitaré en tus decretos y no olvidaré tu palabra”.
¿Qué pasa cuando comemos pan inadecuadamente? Hoy en día vemos muchas personas que trastocan la verdad con falsas enseñanzas. En la Biblia encontramos ejemplos como en Isaías 32:6, “Pues los necios hablan necedades y hacen planes malvados; practican la impiedad y difunden enseñanzas falsas acerca del Señor”. Pero el Señor nos advierte y nos muestra cómo alimentarnos adecuadamente de la sana doctrina. Hebreos 13:8-9ª nos dice: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Así que no se dejen cautivar por ideas nuevas y extrañas”.
¿Qué pasa cuando comemos algún alimento y nos cae mal? Cuando comemos un alimento y nos cae mal es que tal vez no estamos preparados para comerlo. Nuestro cuerpo debe comenzar con lo que podemos tolerar. Hebreos 5:13-14 dice: “Pues el que se alimenta de leche sigue siendo bebé y no sabe cómo hacer lo correcto. El alimento sólido es para los que son maduros, los que a fuerza de práctica están capacitados para distinguir entre lo bueno y lo malo”. Cuando nos nutrimos de la Palabra de Dios y nos deleitamos mientras nos alimentamos, el Señor nos va capacitando según crecemos y maduramos como creyentes.
¿Cómo nos sentiríamos si recibimos una invitación a cenar por alguien que nos ama mucho? Nos sentiríamos contentos, nerviosos, agradecidos; tal vez nos preguntaríamos por qué me invita a mí o qué he hecho para ganarme esta invitación.
Pues quiero decirte que quien nos invita a cenar es el mismo Yo Soy el Pan de vida, nuestro Señor Jesucristo, que por su gran amor y compasión nos permite sentarnos a la mesa para participar del cumplimiento de su promesa en Juan 6:54 donde nos dice que “Todo el que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna, y lo resucitaré en el día final”. No les parece que esta es la mejor invitación que nos pueden hacer cuando estamos viviendo una época de tantas vicisitudes, incertidumbres, y estrés.
Lo más lindo es que Él invita al rico, al publicano, al pagano, al cojo, al ciego, al lisiado, al que está triste, al pobre, en fin, a todos. No hace acepción de persona. Toma nuestro corazón sin importar nuestra condición humana. Y todo aquel que esté dispuesto a participar de una comunión entre Dios y los creyentes pertenecemos los unos a los otros por medio de Jesucristo y disfrutamos de la compañía entre hermanos (as).
El mismo pan del cielo que fue dado al pueblo de Israel para sustentarlos en el desierto es el mismo Yo Soy el Pan del Cielo (6: vs.51) que invita a la mesa como acto de reconciliación y recordación del nuevo pacto. Reconciliarnos con nuestro Dios sentados a la mesa mediante el que nos invita, es como saborearnos un manjar de su presencia en nuestras vidas sabiendo que el que coma del Pan verdadero no morirá. Les exhorto a no rechazar invitación alguna a la Cena del Señor y que nos presentemos con un corazón agradecido recordando el gran sacrificio de amor que hizo por ti y por mí.
Lucas 14:15: “Al oír esto, un hombre que estaba sentado a la mesa con Jesús exclamó: ¡Qué bendición será participar de un banquete en el reino de Dios!” (en griego será comer pan).
Dios les bendiga grandemente.
Lidí López Rivera