Cuando Dios creó la luz, separó la luz de las tinieblas. Eso sucede en nuestra vida cuando decidimos entregar nuestro corazón y vida a nuestro Dios y recibir al Señor Jesucristo como salvador. Aquello que no nos permitía ver la vida tal y como Dios desea para nosotros, va aclarando nuestra mente, nuestra manera de actuar e ilumina nuestro camino. Como dice Jesús en el libro de Juan: “El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
¿Quién es esa luz?
- Luego de defender a la mujer adúltera, el mismo Jesús dijo en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo”
- Por otro lado, nuestro Señor Jesucristo nos dijo: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”.
Jesús es la luz que ilumina nuestras vidas, que nos muestra el camino a seguir, que nos separa de la oscuridad que nos tenía atados el pecado; Jesús nos llena de la “luz de vida”. Vida plena, para vivirla rica y abundantemente.
Esa luz que Jesús nos da y que nos permite vivir con pleno gozo y paz, a pesar del tiempo complejo que enfrentamos. Nuestra vida es iluminada para alumbrar el mundo con el testimonio de fe, esperanza y amor. Cuando ponemos nuestra luz a la vista del mundo, ese mundo es bendecido, iluminado, recibe la luz de Jesucristo y el Padre es glorificado. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:16
Permitamos que esa luz que nos da energía y que guía nuestro camino, nos ayude a continuar hacia adelante. Cuando el desánimo llegue a nuestra vida, miremos a lo alto y veamos como Jesús con su luz potente e inagotable nos cubre y nos permite renovar nuestro pensamiento y nuestras energías como hace el sol en cada amanecer que nos regala el Señor, alumbrando nuestro día y dando energía y alimento a nuestra fauna.
Por medio de la luz de su hijo Jesucristo, Dios nos da la gran oportunidad de ser de bendición a nuestro prójimo. Podemos mostrar su luz y las grandes obras de su Padre a través del testimonio de su paz en nuestras vidas en este tiempo. Sirvamos con amor a los que nos necesitan y mostremos que el gozo de nuestro Señor es nuestra fortaleza. Pongamos nuestra luz en alto para que el mundo sepa que esa paz, ese gozo y esa fortaleza está disponible para todos.
“Enciende una luz, déjala brillar
La luz de Jesús que brille en todo lugar
No la puedes esconder, no te puedes callar
Ante tal necesidad, enciende una luz en la obscuridad”.
¿Cómo pues invocarán a Aquel que no han creído?
¿Cómo creerán en Aquel de quien no han oído?
¿Cómo oirán si nadie les predica?
Hermosos son los pies de los que anuncian la paz
Las buenas nuevas de Jesús.”
Dios te bendiga,
Patria I. López Matos