¿Quién es la luz del mundo?

Puedo pensar en dos escenarios en el que tenemos disputas con la luz.  El primero es cuando se interrumpe la luz eléctrica en la casa por causa de la lluvia o por una iguana que se balancea en el tendido eléctrico. Nos quejamos, peleamos con el invisible porque no nos podemos secar el pelo, porque la ropa se quedó en la lavadora, porque no se puede cocinar, etcétera. Deseamos con desespero el regreso de la luz y oramos para que el Señor haga un milagro.

El segundo escenario es cuando nos encontramos a punto de perder el buen espíritu luchando con los enredos de las luces navideñas. Nuevamente, tenemos una lucha.  Nos molestamos, buscamos al culpable de guardar las luces, y cuando estamos a punto de tomar la tijera para cortar el nudo - sin pensar que si las cortamos no van a funcionar - pedimos al Señor sabiduría para desenredarlas porque se ven tan bonitas encendidas.

Al repasar estos dos escenarios, solo me queda concluir que la luz o aquello que nos puede brindar alumbrado es sumamente esencial e importante en nuestras vidas. Incluso le damos significado. No obstante, y aunque lo anterior puede sonar jocoso, y estoy segura de que algunos nos podemos identificar en alguno de estos escenarios, hemos pensado que la luz que buscamos en esos momentos no es permanente. Aun los cambios o placeres que pueda producir en nosotros son temporeros.  La provisión de ese tipo de luz depende del hombre.  Al final, cada uno de los escenarios sin el agente físico llamado “luz” nos conduce a la oscuridad. Pues entonces se preguntarán, ¿dónde hallaremos la luz verdadera y permanente? 

Juan 8:12, Jesús nos dice que ÉL ES LA LUZ DEL MUNDO.  Vino a la tierra como la luz verdadera para alumbrar al hombre en todo momento y en todo lugar.  Una luz que va más allá de ser un agente físico que permite que los objetos sean visibles o funcionen, o para que haya alumbrado.  La luz verdadera está basada en lo moral y espiritual, y consiste en estar apartado de las tinieblas y de las tentaciones. Es la luz que da vida y alumbra nuestro corazón.  No permitamos que nuestra cotidianidad, nuestra actitud cuando no tenemos luz eléctrica, cuando no podemos desenredar las luces navideñas, o en cualquier otra situación de vida, nos limite ver la luz que Dios envió en Su Hijo. Aunque haya momentos en que las exigencias de la vida diaria afectan profundamente tu vida y el tira y hala del mundo te inviten constantemente por un camino que, si se sigue, tal vez algún día te separe de Él, te invito a seguir a Jesús. Y si sientes que te has desviado, camina con fe porque Él toma ese desvío en una forma que realmente ilumina el punto de inicio y el final. Así que, después de todo, no termina siendo un desvío.  Jesús te llama a vivir una fe activa, no pasiva. No seamos de los que preguntan, ¿quién es la luz del mundo? Porque Jesús ya una vez se dirigió a la gente, y les dijo: - Yo soy la luz del mundo.  El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.

Suhail Gómez