18 y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían (Lucas 2: 18). 14 Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel. 15 Cuando sepa elegir lo bueno y rechazar lo malo, comerá cuajada con miel. 16 Porque antes de que el niño sepa elegir lo bueno y rechazar lo malo, la tierra de los dos reyes que tú temes quedará abandonada (Isaías 7: 14-16).
Estas son dos lecturas muy conocidas por las personas que leen la Biblia regularmente. Hemos escuchado muchos mensajes navideños en los cuales se hace referencia o se utilizan estos pasajes como el marco referencial para exponer lo que quieren decir. No es para menos.
El pasaje de Lucas marca el inicio de la nueva historia del mundo. Dios, se encarnó en un niño llamado Jesús. Él decidió que aquel acontecimiento, inexplicable, increíble (humanamente hablando) lo verbalizaran, por primera vez en la tierra, trabajadores de la menor escala entre los oficios de la época. Las condiciones de trabajo de aquellos eran caldo de cultivo, para señalamientos y acciones no muy agradables. Incluso, los pastores no tenían un por ciento alto de credibilidad ante la sociedad judía. Pero a ellos los escogió Dios para dejarles saber, de una forma de “gala”, la acción divina que cambiaría la vida de los seres humanos.
Creo que el asombro era doble: claramente por el contenido y por ser ellos los receptores y primeros transmisores de la exclusiva noticia que les entregó el mismo cielo. Era el cumplimiento de lo que había anunciado el profeta Isaías, capítulo 7. De aquel momento en adelante, Dios estaría presencialmente, en carne y hueso, con los seres humanos. Por eso nació aquel maravilloso niño en una cueva-establo, en las condiciones de menor salubridad posible para un neonato.
Esa es la más grande historia de amor que el mundo ha conocido. Se han escrito y se han filmado muchas historias de amor. Ninguna rebasa o supera esta. El mismo Dios la escribió, dirigió y la protagonizó. Contrario a las películas que narran historias de amor, esta no caduca, no se pone vieja. Porque el amor de Dios por los seres humanos sigue tan latente y presente como cuando se anunció por el profeta y como cuando se entregó en aquella noche santa en el campo de Belén.
Es la más grata noticia para compartir, siempre que tengamos la oportunidad, porque las personas seguimos teniendo necesidad de ser amadas. En esta realidad post COVID-19, necesitamos escuchar noticias de amor y bendición. Esta noticia nos recuerda que Dios nos ama incondicionalmente, sin agendas escondidas y que anhela relacionarse estrechamente contigo y conmigo. Su único interés es nuestro bien.
Te invito a compartirla con tu próximo.
Luis G. Montañez