La Navidad es una de las épocas más bellas del año. El clima se refresca, nos dan deseos de embellecer todo: pintar la casa, limpiarla de forma minuciosa, botar lo viejo y hacer espacio para lo nuevo. Nos llenamos de expectativas y emoción para comenzar un nuevo año. Hacemos recuento de todo lo que hemos logrado y lo que aún nos falta por lograr. Nos llenamos de fuerzas con la pausa y con las reuniones familiares para comenzar y alcanzar nuevas metas. Hacemos cambios y ajustes en nuestros planes. Como cultura, nos animamos para decorar e iluminar las casas y las calles. Con todo esto buscamos recordar la bondad, la alegría, la paz, la esperanza, y todo lo bueno que queremos ver en el mundo.
Esto le pasa a todos, sea que crean o que no crean en Jesús, quien es la verdadera razón para celebrar la Navidad. Todos se llenan una alegría muy grande y creo saber el porqué.
La llegada de Jesús al mundo fue el cumplimiento de la promesa de Dios. Un gesto que sobrecoge la humanidad con un inmenso e inexplicable amor. Y aunque a veces, algunos quieran evadir a Dios, el corazón y el alma se inunda de la alegría que da sentirnos tan amados por Él.
Dios envía a su Hijo para acercarse a nosotros con la mayor evidencia de la congruencia de Su amor. Con el milagro de Jesús, Dios revela más de su carácter y más de su entrega. En esto nosotros confirmamos que Dios cumple sus promesas. Aún 700 años después que Isaías profetizó la encarnación de la salvación, Dios muestra su compromiso, paciencia, esperanza y congruente amor por la humanidad, enviando a su hijo vestido de humano, envuelto en pañales. «Muy bien, el Señor mismo les dará la señal. ¡Miren! ¡La virgen concebirá un niño! Dará a luz un hijo y lo llamarán Emanuel (que significa “Dios está con nosotros”).» (Isaías 7:14 NTV).
Jesús, «Dios es Salvación», el Mesías, el Cristo; Emanuel “Dios está con nosotros». Dios vino a vivir en nuestro mundo, en nuestra comunidad. Él cumple sus promesas, Él está presente en la historia. Él llena de Su Espíritu nuestros cuerpos y nos da vida y salvación. Aunque la sociedad quiera explicarlo de otras formas, nuestra conciencia y nuestro Espíritu se llenan de Él, de ese inexplicable amor que nos deja sin palabras y nos mueve a celebrar.
Nosotros, los que sí le reconocemos como nuestro Dios, somos sus testigos, somos adoptados como hijos. Decidimos recibirle en nuestras vidas, y dejarlo entrar en nuestros hogares para que lo llene todo con su amor. Somos testigos vivientes de Él y debemos llenarnos de esa seguridad, alegría y poder por saber que Dios es real. Él cumple sus palabras. Su presencia nos llena de la esperanza para vivir en Su gloria, en Su salvación y con un amor digno de celebrar.
Celebramos a Jesús en la Navidad. Su vida, Su historia, la salvación, los milagros de Su existencia y la alegría de saber que Dios es real y Su Espíritu nos llena. Él es nuestra esperanza de vida. Nuestro gozo infinito y nuestra seguridad.
Sinceramente,
Elimar Saldaña