“5 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, 6 quien, siendo por naturaleza[a] Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. 7 Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza[b] de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos.
8 Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! 9 Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, 10 para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:5-11Nueva Versión Internacional).
Nuestra costumbre de buscar obsequios y hacer regalos a nuestro seres queridos y amigos es una manera de expresar el cariño, admiración y amor hacia el semejante a quien queremos agradar. Nos esmeramos en buscar aquel detalle (que usualmente es material) y muchos invertimos tiempo, esfuerzo y dinero en encontrar algo que sea especial para entregar en Navidad.
Cristo mostró el mayor de los esmeros, el mayor de los esfuerzos y el más grande amor posible en toda la historia del mundo al entregarse por nuestra causa. Jesús no renunció a su divinidad al encarnarse en un frágil niño en un escenario paupérrimo e insalubre, sino que abrazó nuestra humanidad al ponerse en nuestro lugar.
El mayor regalo que recibimos en esta Navidad y siempre es que Dios, por medio de Jesucristo, se ubicó en nuestro lugar para entender nuestros dolores, ansiedades, enfermedades, confusiones y también nuestras esperanzas y alegrías y así ser un Dios cercano que busca vivir en intimidad con nosotros su hijos. En este tiempo, acepta el gran regalo de amor que se nos hace al recibir a Jesús, quien es el verdadero camino de vida, la única verdad que nos sostiene y la vida que nos ofrece verdadera alegría y paz.
Leonel Guerrero