“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).
Este pasaje bíblico, que ubica a Josué recibiendo la ley del Señor luego de la muerte de Moisés, deriva varios aspectos aplicables a estos días. Entre ellos está: que la Palabra de Dios no pasa con el tiempo ni se pierde en las generaciones. Que es menester de los hijos de Dios, pasar sus preceptos cual antorcha para que nunca haya oscuridad en su camino. Que sus promesas no claudican y que el Todopoderoso nos prospera en todo aspecto si nos mantenemos en obediencia y humildad.
Actuar al agrado del Altísimo siempre se traduce en el bien para sus hijos. Es así como se manifiesta su gloria en nosotros. Para el creyente no hay mayor elocuencia de su obediencia, fidelidad y amor a Dios que su actuación cotidiana acorde a la voluntad de nuestro Padre que está en lo alto. Los mandamientos del Señor son la mayor y mejor escuela de cómo vivir la vida y educar incluso las sociedades aun en tiempos donde la masividad mediática es combativa en contra de la fe.
Oración:
Señor y Padre Santo, bendito es tu nombre por siempre. Dios de la vida, del amor y la misericordia. Gracias Señor por tu ley y tu palabra que nunca retorna vacía. Haznos dignos de llevarla como Josué tu siervo, cual luminaria en el camino a las generaciones que nos han de reemplazar en el futuro. Que sepamos y entendamos Padre Todopoderoso, que tus preceptos y enseñanzas jamás pasarán en el tiempo. Que podamos llevarla en nuestro ser y actuar en agrado a ti Señor. Que las sociedades que se levantan Señor mantengan fidelidad inquebrantable a ti y que como modo de vida, tu palabra y tu ley sean el motor que accione la bondad en la humanidad. Que tus hijos Padre Santo sean obedientes a tu voluntad para que puedan alcanzar prosperidad y abundancia de acuerdo a tus promesas.
Amén.
Ignacio Sánchez
Discípulo Metropolitano