por Pastor Eliezer Ronda
Recuerdo tomar la guagua para llegar a la universidad. Era un proceso que requería diligencia, paciencia y enfoque. Había que salir temprano a la parada, pero también había que esperar a que llegara. Ya dentro de ella, era importante estar alerta para bajarse en el lugar correcto y no tener que caminar más. En el peor de los casos, esperar que el chofer hiciera la ruta de regreso. Era una mezcla entre lo que se podía y lo que no se podía controlar.
De igual manera, todos pasamos por ese proceso extraño de tener que lograr equilibrio entre la diligencia y la paciencia. Si ciertamente “no por mucho madrugar, amanece más temprano”, tampoco podemos ignorar que “el camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. Nos toca comprender que hay rutas que tomar en la vida y todas requieren saber cuándo debemos llegar a la parada y subirnos en el momento que nos toque para llegar a donde queremos.
Cuando nos acercamos al texto bíblico en Génesis 12, hay varias historias de referencia que nos ubican en ese equilibrio de la diligencia y la paciencia. Sin embargo, me parece puntual la experiencia de Abraham cuando Dios lo llama para que saliera de su tierra a un lugar que le mostraría. El hecho de que fuera anciano y no tuviera hijos, nunca fue impedimento para el llamado de Dios. Responderle era ser diligente, pero esperar en Él era ser prudente.
Esta semana que hemos disfrutado a plenitud con nuestros adultos mayores, hemos decidido llegar a la parada y esperar en que el chofer nos siga llevado a las rutas donde podemos bendecir a otros. Para ello, comenzamos con la diligencia de responder. El chofer de la guagua se acerca. Nos montaremos y seremos llevados a experiencias gratas y disfrutar de la plenitud de Dios.
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En este mes de julio:
Hemos dedicado nuestros esfuerzos a dar atención especial a nuestra niñez y personas de la tercera edad, por medio de la celebración de encuentros de verano. Damos gracias a Dios por ellos