Reflexión pastoral
El año pasado salió en los cines una de las películas más taquilleras de Disney, Encanto. Se trataba de la familia colombiana Madrigal. Entre sus deleites y actividades festivas al interior de la familia, también se encontraban una serie de secretos que les llevaban a ignorar a otro miembro de la familia que se llamaba Bruno. Este caballero se había tornado en una persona totalmente ignorada porque no respondía a la expectativas de los demás en la familia. Estaba allí pero no estaba presente.
En todo caso, Bruno era ignorado, rechazad totalmente olvidado. Pasó de ser una persona cercana un secreto misterioso que nadie quería conocer no permitir que otros conocieran. Al mencionar su nombre, el sonido del alfiler podría ser más estruendoso que cualquier otra cosa.
En nuestras familias también surgen secretos. Hay temas que nos produce diversas emociones que en ocasiones dirigen nuestra atención al silencio. Esto ocurre porque somos personas con diferentes niveles de sensibilidad. Esas sensaciones que experimentamos están marcada por nuestros gustos, intereses. También por aquello que nos disgusta y no nos interesa. Preferimos escuchar el sonido del alfiler que visitar aquello que nos incomoda. El desafío es que los secretos nos llevan a la paralización del avance y al estancamiento de lo que podemos alcanzar en nuestros hogares.
Entre las disfunciones familiars está el que escondamos información y hasta rechazar lo que está frente a nosotros. Esas rutas usualmente causan heridas más grandes que las que pudieran presentar las conversamos. La evasión del conflicto es más riesgosa que beneficiosa. El salmista dijo: "Podría pedirle a la oscuridad que me ocultara, y a la luz que me rodea, que se convierta en noche; pero ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de ti. Para ti, la noche es tan brillante como el día. La oscuridad y la luz son lo mismo para ti" (Salmos 139:11, NTV).
Optemos por el sonido del amor que es la conversación, el sonido del alfiler suele traer punzadas que marcan y dejan dolor.
Bendiciones,
Rev. Eliezer Ronda Pagán
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