por Pastor Eliezer Ronda
Hace un tiempo, escuché que, en el campo de las comunicaciones y la tecnología, el mundo había cambiado más en los últimos 20 años que en los pasados 200. Cada vez la instrumentación de los artefactos especializados intenta acercar las personas mediante los avances de los sistemas de información que diseñan. Sin embargo, estos pasados 3 años han sido lo suficiente complejos. Si ciertamente la tecnología ha sido clave para la interacción, la realidad es que en muchas ocasiones ha dejado de vincularnos y nos separa más de lo que nos acerca. Es como un logro de interacción con poca o ninguna conexión.
Lo vemos en los espacios de familia donde los ojos de varios integrantes en una mesa de comida están fijados en los celulares, tabletas y hasta relojes. Aquello que se define como tecnología inteligente ha facilitado muchas maneras de trabajar, pero nos hace perder el intelecto de las relaciones saludables. Ahí nos damos cuenta de que aquello que llamamos inteligente no siempre acerca. Puede facilitar e impresionar, pero no necesariamente conecta y amarra vínculos. En todo caso, nos lleva a la prisa. Es socialización limitada a lo inmediato sin tomar el tiempo del fortalecimiento del carácter.
El caso de David en su enfrentamiento con Goliat nos puede ayudar a visualizar esto con mayor detalle. Tanto su padre como sus hermanos tenían las herramientas y la tecnología para hacerle frente a este gigante que había amedrentado a todo un pueblo por 40 días. Sin embargo, el equipo militar que tenían sus hermanos y Goliat podía amedrentar, pero no dominar la oposición. Ni aun la armadura real que le dieron a David era suficiente para verdaderamente enfrentar la amenaza.
Había una urgencia para detener la amenaza, pero eso no se cancelaba con la prisa de resolverlo con la armadura real. Hacía falta carácter, determinación y confianza en Dios para derrotar al gigante. Las nuevas generaciones recaban de una iglesia que los vista con la armadura de Dios sin detenerse a explicar su lugar e identidad en el reino de Dios. Cada vez que entendemos que la tecnología y sus avances son las herramientas necesarias para ser instrumentos de Dios para la transformación, erramos. Nos toca darles a estas nuevas generaciones una vestimenta que se enseñe con calma y fortalezca el carácter. Que puedan decir como David: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina: mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” (1 Samuel 17:45).
Vistamos a esta nueva generación con calma anclados en Palabra de Dios porque hay prisa, pero no debe haber desesperación. Dios nos ha dado la sabiduría para formar y transformar. Si podemos concentrarnos en eso, no hay gigante que se apodere de la confianza y la identidad en Dios que tiene la nueva generación.