por Pastor Eliezer Ronda
Las pasadas semanas han estado llenas de múltiples reclamaciones de sectores del país ante el incremento del precio de la gasolina. En el transcurso de los años, el precio del barril del petróleo en los pasados años ha sido toda una montaña rusa. De haber estado en terreno negativo en abril de 2020, a un aumento de $117 el barril en este mes de marzo. Las situaciones para manejar la economía del hogar ponen a cada familia en posición de sentirse malabaristas que caminan sobre una cuerda floja ante la incertidumbre. Se camina, pero la inseguridad, preocupación y tensión se apodera.
Lo triste es que la inconstancia del precio del barril está asociada con los escenarios de ambición, guerra y conquista entre pueblos. Es un ejercicio de relación de dominio sobre el otro y manipulación de las relaciones para dar la impresión de hacer justicia en nombre de la inmoralidad. El combustible fósil, que tiene otros daños a la actividad ambiental, además exhibe cuánto afecta el corazón humano insaciable por la ambición. Contamina el ambiente de las relaciones y el respeto entre todos.
Así es el corazón humano cuando se embriaga de poder, egoísmo y autoritarismo. Se nutre el ego y su propia satisfacción en el vehículo del egoísmo. Se torna en gula y no alimenta la salud emocional de las relaciones. La realidad es que, las inseguridades del corazón humano hacen que destruyamos al otro en vez de construirlo. Cuando el engreimiento nos gobierna, no miramos nuestras vulnerabilidades y se aprovechan de las del otro.
Esta batalla del petróleo no es tanto por el combustible fósil. Es por el poder y el mando. La humildad que ya hemos explorado nos dirige a reconsiderar las motivaciones. Más que un asunto de economía, es un acto de empatía. Decía el Rev. Héctor M. Rivera que “sin perdón, el evangelio no vale”. En algunos círculos, el evangelio ha perdido su valor, porque es dominado por la sed de tener en vez de ser. El carácter cristiano requiere un acto de valentía para pedir perdón y perdonar. Si realmente queremos ser valiosos, no debemos dominar, mas bien debemos perdonar. Así el barril del amor, cuyo precio es incalculable podrá abastecer los recursos necesitados de la combustión de la fe y la esperanza. Que el evangelio valga, perdonemos como hemos sido perdonados.