por Pastor Eliezer Ronda
Soy de esos que llaman un “morning person”. En las mañanas, me levanto con mucha energía. Mi nivel de producción es mayor que en las noches. Prefiero arrancar temprano y aprovechar el tiempo. Sin embargo, no puedo negar que hay mañanas en las que quisiera descansar y regodearme en la cama un tiempo, pues el cansancio del día anterior me hizo caer en un sueño como una piedra. Esta relación entre la piedra y las mañanas la veo reflejada en la mañana de la resurrección.
La semana mayor tiene su momento culminante luego de la crucifixión. Al tercer día, un grupo de mujeres se dirigían al sepulcro de Jesús para ungir su cuerpo. Iban preocupadas por quién podría remover la piedra para llegar a ver a Jesús. Claro está, su expectativa, era sacar una piedra para ver un Jesús muerto. En cambio, Jesús no tuvo regodeos. La piedra fue removida y Él salió resucitado para dar testimonio vivo que era el Cristo.
Su resurrección es una realidad que no se ubica en los regodeos. A diferencia de lo que muchos de nosotros podemos pensar, Dios llega en el tiempo preciso para mostrarnos que aún las heridas de la crucifixión son signos que muestran su poder en medio de lo que podemos pensar que no tiene esperanza. La resurrección nos convoca a no regodearnos y ser testigos de esta gran noticia para el mundo. En estos tiempos, no lo hacemos removiendo piedras, sino sumergiéndonos en las profundidades de las aguas para testificar de la obra de Cristo en nuestros corazones.
Así lo dijo Pablo al escribirle a los romanos: “Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección.” (Romanos 6:4-5, NVI).
Como iglesia, celebramos que varios hermanos asumen una fe sin regodeos y bajan a las aguas bautismales para compartir las maravillas de lo que Dios ha hecho en sus vidas y cómo ha removido las piedras que antes que le impedían dar testimonio de lo que Dios hace en el corazón.
Es nuestra mayor bendición anunciar que la comunidad de hermanos de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) Metropolitana ha vuelto a crecer. Damos la mas cordial bienvenida a nuestros nuevos miembros - Carla Michelle Flores Santiago, Bryan Vélez López, Jean M. Casiano Nieves, Lizandra Bonilla Torres, Samuel Algarín Bruno, Yemariliz Hernández Rodríguez, Huáscar Elí Ortiz Marte, Ileana Marie González Díaz, Yaritsi Marie Fuentes Santos, Milagros Vargas Santiago, María Ivette Rodríguez, Mario Iván Ramírez Santiago, Joel Manzano Mojica, Nancy C. Rodríguez Burgos, Gloria E. Mojica Rodríguez, Zaida Liz Colón Meléndez, Edwin Rivera Ruiz, Joseline A. Álvarez Rivera, Richard G. Núñez Bergollo, Roberto L. García Rivera, Mary Ann De Jesús Montalvo, Lilliam Morales Turull, Yesily Sánchez Ortiz, Jonathan Romero Ayala, Jewels E. Vázquez Negrón, Héctor J. Figueroa Vélez, Dinoroschka Rodríguez, Carolyn G. Delgado Díaz, Yanira Anglada Sánchez, Iván Matos Pérez y Sandra Márquez Santiago.
Celebramos que sus vidas están comprometidas con amar a Dios y las personas. Reconocemos su anhelo de ser discipulados en la Palabra y su deseo de ser enviados a compartir la gran noticia del evangelio. Son cristianos que ejemplifican la gran bendición de vivir una fe sin regodeos. Una vez más, le damos la bienvenida a los nuevos metropolitanos.