boletin

Boletín 17.abril.22: Sin regodeos

por Pastor Eliezer Ronda

Soy de esos que llaman un “morning person”. En las mañanas, me levanto con mucha energía. Mi nivel de producción es mayor que en las noches. Prefiero arrancar temprano y aprovechar el tiempo. Sin embargo, no puedo negar que hay mañanas en las que quisiera descansar y regodearme en la cama un tiempo, pues el cansancio del día anterior me hizo caer en un sueño como una piedra. Esta relación entre la piedra y las mañanas la veo reflejada en la mañana de la resurrección.

 

La semana mayor tiene su momento culminante luego de la crucifixión. Al tercer día, un grupo de mujeres se dirigían al sepulcro de Jesús para ungir su cuerpo. Iban preocupadas por quién podría remover la piedra para llegar a ver a Jesús. Claro está, su expectativa, era sacar una piedra para ver un Jesús muerto.  En cambio, Jesús no tuvo regodeos. La piedra fue removida y Él salió resucitado para dar testimonio vivo que era el Cristo.

 

Su resurrección es una realidad que no se ubica en los regodeos.  A diferencia de lo que muchos de nosotros podemos pensar, Dios llega en el tiempo preciso para mostrarnos que aún las heridas de la crucifixión son signos que muestran su poder en medio de lo que podemos pensar que no tiene esperanza.  La resurrección nos convoca a no regodearnos y ser testigos de esta gran noticia para el mundo. En estos tiempos, no lo hacemos removiendo piedras, sino sumergiéndonos en las profundidades de las aguas para testificar de la obra de Cristo en nuestros corazones.

Así lo dijo Pablo al escribirle a los romanos: “Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección.” (Romanos 6:4-5, NVI).

 

Como iglesia, celebramos que varios hermanos asumen una fe sin regodeos y bajan a las aguas bautismales para compartir las maravillas de lo que Dios ha hecho en sus vidas y cómo ha removido las piedras que antes que le impedían dar testimonio de lo que Dios hace en el corazón.

 

Es nuestra mayor bendición anunciar que la comunidad de hermanos de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) Metropolitana ha vuelto a crecer. Damos la mas cordial bienvenida a nuestros nuevos miembros - Carla Michelle Flores Santiago, Bryan Vélez López, Jean M. Casiano Nieves, Lizandra Bonilla Torres, Samuel Algarín Bruno, Yemariliz Hernández Rodríguez, Huáscar Elí Ortiz Marte, Ileana Marie González Díaz, Yaritsi Marie Fuentes Santos, Milagros Vargas Santiago, María Ivette Rodríguez, Mario Iván Ramírez Santiago, Joel Manzano Mojica, Nancy C. Rodríguez Burgos, Gloria E. Mojica Rodríguez, Zaida Liz Colón Meléndez, Edwin Rivera Ruiz, Joseline A. Álvarez Rivera, Richard G. Núñez Bergollo, Roberto L. García Rivera, Mary Ann De Jesús Montalvo, Lilliam Morales Turull, Yesily Sánchez Ortiz, Jonathan Romero Ayala, Jewels E. Vázquez Negrón, Héctor J. Figueroa Vélez, Dinoroschka Rodríguez, Carolyn G. Delgado Díaz, Yanira Anglada Sánchez, Iván Matos Pérez y Sandra Márquez Santiago.

 

Celebramos que sus vidas están comprometidas con amar a Dios y las personas. Reconocemos su anhelo de ser discipulados en la Palabra y su deseo de ser enviados a compartir la gran noticia del evangelio. Son cristianos que ejemplifican la gran bendición de vivir una fe sin regodeos. Una vez más, le damos la bienvenida a los nuevos metropolitanos.

Boletín 10.abril.22: Lo que no empieza bien, puede terminar bien.

por Pastor Eliezer Ronda

 

Somos personas que constantemente nos invitan a comenzar nuevos proyectos, empresas y sueños. La cantidad de mensajes en los medios para que nos lancemos a una aspiración nueva y ser emprendedores es incontable. Con eso, no negamos que nos gustan los cambios y emprender. La oportunidad de nuevos comienzos nos llena de entusiasmo entremezclado con la esperanza de que hay un mejor porvenir que el presente. Así nos lanzamos a dietas, cursos académicos, remodelaciones del hogar, nuevos pasatiempos, entre tantas cosas más. Todo lo que hasta cierto punto es el inicio se celebra con expectativa de mejoría.

 

Sin embargo, hay ocasiones en que comenzamos bien y en el camino, las cosas toman otro rumbo. La demanda de tiempo y las distracciones hacen que las energías que tenemos para lograr objetivos mengüen y hasta pensemos en abandonar lo que aspiramos. La frustración con el agotamiento hace que pensemos que no es posible continuar y mucho menos terminar.  El referente de esta semana nos presenta la realidad de muchas de estas situaciones que enfrentamos.

 

La Semana Santa nos recuerda que hay ocasiones que aquello que tanto nos hemos propuesto contiene momentos que nos llevan a cuestas elevadas que no queremos atravesar. Nos evoca que hasta las motivaciones por encontrarnos con Dios se tropiezan con la resistencia humana que sofoca la esperanza del corazón. Nos adentramos a movernos entre lo incómodo, doloroso y desafiante.

 

El tránsito de Jesús por Jerusalén fue uno que estuvo matizado por la resistencia de quienes creían entender los propósitos de Dios para el pueblo. Algunos cuestionaban la alabanza de los niños y otros eran como aquella higuera que no producía frutos. El templo se había tornado en mercadería y había dejado al costado la oración. En otras palabras, no comenzó bien. En cada uno de los referentes había resistencia y cuestionamiento. En el mismo corazón de Jesús el querer pasar la copa de lo que venía. Sin embargo, el propósito de la misión y el amor de Jesús era mayor.

 

Entrar a Jerusalén no era un asunto de tener una caravana de recibimiento. Era mostrar desde el pollino que el camino de la paz era posible. El proyecto de Dios para trabajar y mostrar otro camino y trayecto se encuentra con nuestra resistencia porque pensamos que no hay salida. No obstante, su camino encontró la cruz para destacar que Cristo tiene algo mayor que grita desde la cruz: “Consumado es”. En ese caso, a pesar de la resistencia, lo que no empieza bien, sí puede terminar bien para la gloria de Dios.

Boletín 3.abril.22: Reconciliados

por Pastor Daniel Rivera

 Comúnmente se dice por ahí, que es mejor pedir perdón que pedir permiso. Esta expresión supone que debemos adelantar nuestra voluntad por encima del diálogo y las relaciones sanas. Rápidamente, esto puede crear malos entendidos entre parejas, familias, amistades e incluso, la iglesia. Debemos ser intencionales en vincular nuestras acciones con la buena conversación, que también dicen por ahí que conserva amistades. Es por esto que, como creyentes, aspiramos a vivir en constante reconciliación.

 

En el evangelio según Lucas, se nos comparte la historia del hijo pródigo (Lc.15:11-32). Este joven lo tenía todo en la casa de su padre.  Pero pidió su herencia por adelantado para realizar sus deseos en la vida. El hijo pródigo pidió perdón antes que pedir permiso. Este joven quería hacer las cosas por su cuenta, en su tiempo y vivir su vida entre una supuesta plenitud. Sin embargo, llegó el día que perdió todo el dinero y se encontró comiendo la misma comida que los cerdos.

 

Durante el curso de nuestra vida, el impulso de hacer nuestra voluntad muchas veces nos lleva a lacerar relaciones en nuestra vida. Es ahí donde tomar consciencia sobre lo hermoso de la reconciliación lo cambia todo. Para vivir en reconciliación debemos reconocer que estamos distantes, tenemos cosas que cambiar y procesar una transformación que nos ayude a madurar. El teólogo pastoral español Luciano Sandrín (2019), en su libro Comunidad Sanadora, afirma, “lo nuevo no es siempre lo mejor. Para construir un futuro nuevo es importante vivir en plenitud del presente, pero también aprecio por el pasado. Lo viejo y lo nuevo se encuentran y se viven las oportunidades del presente.”

 

Afirma el verso 17 que el hijo pródigo “volvió en sí”. Su pasado, que curiosamente era bueno, lleno de amor y aceptación, le hizo afirmarse en un nuevo futuro. Se acordó que en la casa de su padre estaría mejor. Lo hermoso de todo esto es que cuando el hijo se dispuso a regresar a la casa del padre, no lo recibió un criado sino su padre. Hoy es una buena oportunidad para darnos el permiso de encontrar paz y una nueva oportunidad de futuro. Hoy es una buena oportunidad para buscar reconciliar nuestro pasado, sanar heridas y regresar a casa. Pues estoy seguro que nos espera un mejor futuro; ya no como pródigos sino como reconciliados.

Boletín 27.marzo.22: El precio del barril del amor

por Pastor Eliezer Ronda

 

Las pasadas semanas han estado llenas de múltiples reclamaciones de sectores del país ante el incremento del precio de la gasolina. En el transcurso de los años, el precio del barril del petróleo en los pasados años ha sido toda una montaña rusa. De haber estado en terreno negativo en abril de 2020, a un aumento de $117 el barril en este mes de marzo.  Las situaciones para manejar la economía del hogar ponen a cada familia en posición de sentirse malabaristas que caminan sobre una cuerda floja ante la incertidumbre. Se camina, pero la inseguridad, preocupación y tensión se apodera.

 

Lo triste es que la inconstancia del precio del barril está asociada con los escenarios de ambición, guerra y conquista entre pueblos. Es un ejercicio de relación de dominio sobre el otro y manipulación de las relaciones para dar la impresión de hacer justicia en nombre de la inmoralidad. El combustible fósil, que tiene otros daños a la actividad ambiental, además exhibe cuánto afecta el corazón humano insaciable por la ambición. Contamina el ambiente de las relaciones y el respeto entre todos.

 

Así es el corazón humano cuando se embriaga de poder, egoísmo y autoritarismo. Se nutre el ego y su propia satisfacción en el vehículo del egoísmo. Se torna en gula y no alimenta la salud emocional de las relaciones. La realidad es que, las inseguridades del corazón humano hacen que destruyamos al otro en vez de construirlo. Cuando el engreimiento nos gobierna, no miramos nuestras vulnerabilidades y se aprovechan de las del otro.

 

Esta batalla del petróleo no es tanto por el combustible fósil. Es por el poder y el mando. La humildad que ya hemos explorado nos dirige a reconsiderar las motivaciones. Más que un asunto de economía, es un acto de empatía. Decía el Rev. Héctor M. Rivera que “sin perdón, el evangelio no vale”. En algunos círculos, el evangelio ha perdido su valor, porque es dominado por la sed de tener en vez de ser. El carácter cristiano requiere un acto de valentía para pedir perdón y perdonar. Si realmente queremos ser valiosos, no debemos dominar, mas bien debemos perdonar. Así el barril del amor, cuyo precio es incalculable podrá abastecer los recursos necesitados de la combustión de la fe y la esperanza. Que el evangelio valga, perdonemos como hemos sido perdonados.