De regreso a la realidad

Muchos lo hemos dicho. El mero hecho de tener un tiempo de compartir en familia en un espacio vacacional es incalculable. El apartar un tiempo para tomar un baño de sol frente al cuadro hermoso de un mar tranquilo acompañado del sonido de las olas y la brisa del viento, la salida a otro lugar para visitar espacios de diversión y atracciones familiares; la expedición de un crucero, el recorrer un área boscosa o hasta participar de un retiro espiritual entre tantas cosas más, hacen que cuando se retorna a la rutina cotidiana se haga la expresión “De regreso a la realidad” o como diría el inglés, “back to reality”. Quisiera pensar que se hace con entusiasmo, pero temo que la mayor parte del tiempo está acompañada de desánimo, frustración y hasta pesimismo, pues lo que llamamos realidad, es monótono. Solemos pensar que hacer lo cotidiano es aburrido y sin un grado de satisfacción amplio.

La pregunta que nos debemos hacer es a qué llamamos realidad y a qué decimos falsedad. ¿Son las vacaciones momentos falsos? ¿Es la rutina verdadera o engañadora? ¿Qué encontramos en la costumbre que nos lleva a no querer practicarla y disfrutarla? ¿Dónde radica el sentimiento de estanque y frustración que podemos tener? Estas son las cosas más importantes que podemos reflexionar al meditar la manera en cómo visualizamos la vida. Pensar de esa manera, es considerar de manera escapista el tiempo de recreación sin contar que es parte del diseño de Dios el esparcirse y disfrutar de la creación. En otras palabras, reposar y celebrar es la realidad.  El problema es cuando hemos tomado el trabajo como carga y lo tornamos en pesadez y obligación forzosa que no contribuye a nuestra realización.

En la historia que estamos considerando hoy como parte del regreso del pueblo judío que estaba exiliado ante la caída de su reino y el cautiverio que les habían impuesto en Babilonia, había la oportunidad de levantarse como nación por el decreto hecho por Ciro para que regresaran a su tierra a restaurar el templo y las murallas destruidas. En otras palabras, la realidad era que el templo estaba deshecho, pero también tenían la ocasión de reconstruirlo. La realidad era que estaban cautivos, pero también que habían sido enviados de regreso a su país a reconstruir el templo.  Ahí es donde reside la belleza de este relato. Lo real es que Dios le ha dado una nueva oportunidad de rehacerse como pueblo, a pesar del dolor que han atravesado por muchas generaciones. Lo real es que si se unen como pueblo pueden, reconstruir la ciudad.

Al seguir destacando su historia, nos percatamos que encontraron oposición en el camino y comenzaron a ver sus situaciones personales como las determinantes para darle tiempo a la reconstrucción. Optaron por mejor estar en sus casas, y no dieron la prioridad a que pudieran ayudar  reconstruirse como nación. El detalle no estriba en que no podían hacerlo, era más bien que se acomodaron en sus casas y dando el tiempo para luego trabajar en la reconstrucción, el templo se quedó a mitad por que no habían hecho el espacio para servir en la casa de Dios. Lo que no se priorizó en el inicio, se tornó en la norma y lo que no era real se convirtió en una falsa realidad. Había un templo, pero inconcluso, feo y sin cuidado.  Entonces, volver a la realidad en muchas ocasiones nos lleva al pesar de regresar con pesar a lo que hemos descuidado y no valorizamos. El pueblo hebreo tenía una gran oportunidad de rehacer lo que se había virado abajo, pero se acomodaron. Por eso, el profeta Hageo los confronta con un mensaje fuerte: “Ustedes esperan mucho pero cosechan poco; lo que almacenan en su casa,  yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué? ¡Porque mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya! —afirma el Señor Todopoderoso” (Hageo 1:9, NVI).  Hoy Puerto Rico vive una realidad que partía de la falsedad que era mejor tener más para nosotros sin considerar nuestra capacidad de sufragar los costos. La realidad es una economía débil, pero también una alteración de las prioridades. Cuando usamos el consumo para el lujo nuestro sin darle al otro, lo falso se apodera y transforma la realidad en algo grotesco a lo que no queremos mirar. En eso, no podemos ignorar que nuestros recursos en prioridad son para Dios. No hacerlo es buscar escapismos que nos hagan sentir mejor sin considerar que la transformación requiere esfuerzo, valor y confianza.

Metropolitana, Dios nos llama a ser promotores de una realidad que bendiga a nuestra tierra. Hagamos prioridad lo prioritario y desechemos lo innecesario. “ ¿Queda todavía alguna semilla en el granero? ¿Todavía no producen nada la vid ni la higuera, ni el granado ni el olivo? ¡Pues a partir de hoy yo los bendeciré!” (Hageo 2:19, NVI).

Confiemos en la provisión de Dios y regresemos a la realidad del propósito de Dios.

¡Bendiciones!

Eliezer Ronda.